Al meditar desarrollamos empatía, amabilidad y cuidado social (también llamado metta, según los budistas). Si es enseñado desde los primeros años de vida, aseguramos generar fuertes conexiones neuronales con habilidades sociales que les beneficiarán en su vida presente y futura.
Metta es una forma de meditación budista proveniente de las antiguas escrituras Pali, que se basa en el amor con desprendimiento, fortaleciendo las nociones de cariño, amistad y amabilidad.
Además retoma los principios de la meditación, la recitación de mantras y el ofrecimiento de buenos pensamientos hacia uno mismo, los otros y el universo, enriqueciendo el sentido de unidad.
¿Cómo enseñar a meditar a un niño?
En primer lugar es indispensable realizar esta práctica en un espacio silencioso y libre de distractores, en un momento del día en que el pequeño esté relajado, descansado y relativamente contento.
La duración de meditar variará de acuerdo con la edad del niño y la facilidad que se tenga como adulto para la meditación; sin embargo, es seguro que conforme se vaya progresando en conjunto, los períodos serán cada vez menores y más fluidos.
Bastaría con sentarse, niños y adultos, en un sofá cómodo para relajarse, y empezar a sentir el cuerpo y cada una de sus sensaciones: cierren los ojos, presten atención al aire que entra y sale, y libérense de cualquier pensamiento de la mente.
Después de gozar de unos minutos de tranquilidad, pronuncien el mantra “Puedo ser feliz”. Al inhalar, formen una sonrisa ligera; al exhalar, piensen la frase que posibilita la felicidad. Esto no significa que se tenga que experimentar ese sentimiento en ese momento, sino jugar con el pensamiento y la posibilidad del deseo de felicidad personal.
A continuación, siguiendo la misma rutina, se dirán las frases: “Puedo estar a salvo”, “Puedo ser fuerte” y “Puedo vivir en paz”.
Para finalizar, se puede cerrar la sesión preguntándose mutuamente cómo se sienten al practicar metta, qué es lo que más se disfruta en este proceso y si se liberó alguna angustia que estuviera presente en la mente.
Meditar, con el paso del tiempo, ayudará a brindarle un sentido positivo a los vínculos sociales del niño, principalmente con las figuras del padre y la madre, y a desarrollar la empatía a lo largo de la vida.
Después de todo, la meditación combinada con el afecto tiene el poder de potenciar la regeneración de la plasticidad neuronal y, por lo tanto, de la salud plena de una persona.
Vía Pijamasurf
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