Decía Simone de Beauvoir que la mujer no nace, se hace. Por eso, la que construye una relación gratificante con su feminidad puede disfrutar de lo que el mundo de la moda le ofrece. Lo relacionado con la ropa, los cosméticos y los perfumes puede parecer a primera vista frívolo o superficial, pero no es así. Cuando las mujeres hablamos de belleza o moda, la conversación resulta estimulante porque, a través de estos asuntos, hablamos también de la feminidad.No es raro, pues, que en estas conversaciones departamos acerca de la relación que tenemos con nuestro cuerpo o con la mirada de los otros sobre él, así como de nuestro deseo de gustar o seducir. "Estás muy guapa", le dice Sandra a su amiga Maite, "siempre encuentras lo que mejor te sienta. Combinas los colores como nadie y te maquillas estupendamente. ¿Cómo lo haces? Me gustaría tener esa habilidad, ahora que puedo permitírmelo, porque antes no me fijaba en estas cosas, me parecía de mujeres insustanciales", continua. Maite se ríe y le cuenta que le sale tan bien porque disfruta haciéndolo: "Me encanta cuidarme. Yo creo que todo esto tiene relación con mi madre. Para mí, salir de compras con ella siendo niña era una fiesta y me decía lo bien que me quedaba esto o aquello".Sandra escucha el relato de su amiga y le dice: "Mi relación con todas estas cosas ha cambiado después de la psicoterapia. Estuve yendo a un tratamiento porque me encontraba mal, no sabía bien lo que buscaba, pero me di cuenta de que el tratamiento terminó cuando me pude decir a mí misma: "Ya he encontrado mi belleza". Hasta entonces, sólo eran los otros los que me autorizaban a estar guapa o no, y nunca lo hacían". A su juicio, fue el análisis el que le enseñó que "esta mirada que yo sentía como devastadora por parte de los otros, era la de mi madre. Durante toda la infancia estuve convencida de que mi madre no me encontraba guapa. Siempre decía que el guapo era mi hermano y yo, la inteligente.Cuando esa mirada dejó de tener efecto sobre mí, empecé a cuidarme". Mimarse, acicalarse, regalarse tiempo, darse una dosis de cariño es ocuparse de una misma y esto puede vivirse bien o mal, depende del afecto que nos tengamos y de cómo hayamos aprendido a querernos. La capacidad de ocuparse de uno mismo depende, entre otras cosas, del grado de autoestima que hayamos conquistado y de la relación que tengamos con el sentimiento de culpa.El psicoanalista Samuel Lepastier afirma que se trata de hacer con una misma lo que la madre hace con el niño. Cuidarse a uno mismo es, por lo tanto, retomar esa primerísimo experiencia indispensable en el ser humano para crecer. No se trata de una complacencia narcisista, sino de un modo de reconstruirse, de hacerse más disponible para los otros, de valerse por sí sola y, de esta manera, de renunciar a la idea de que alguien lo haga en nuestro lugar. Una madre que ha sabido cuidar a su hija sin fomentar la rivalidad, que ha sabido darle espacio y seguridad en lo relativo a su feminidad, y que le ha proporcionado la posibilidad de tener confianza en sí misma, le transmitirá una buena relación con la moda y la belleza.