En el último siglo se ha alargado mucho la esperanza de vida. La mujer de 60 años actual no tiene nada que ver con la mujer de 60 años de hace dos o tres generaciones. Quizá tenemos que aprender a mirarnos de nuevo. Al llegar a los 50 años, la mujer vive una revolución corporal y mental que tiene que ver con la menopausia y que, al estilo de lo que ocurre durante la adolescencia, le hace focalizar mucho la atención en su cuerpo. Cuando cumple los 60, el cuerpo comienza a tener cierta estabilidad y, en el mejor de los casos, el psiquismo también. Quizá podríamos denominar plenitud a la época que va de los 40 a los 50 años; madurez a la década que transcurre entre los 60 y los 70; y dejar el término vejez a partir de los 80. Dentro de poco, será normal vivir 90 años.La identidad personal se adquiere a través de múltiples y permanentes identificaciones que realizamos a lo largo de la vida, en un proceso en el que se va configurando nuestra subjetividad. El envejecimiento tiene tres dimensiones: la biológica, la social y la psicológica. Esta última es fundamental para la edad subjetiva, lo que hace que algunas personas de 60 años se sientan más jóvenes y vitales que algunas de 40, que pueden sentirse cansadas. Negar la edad cronológica y hacer cosas que fuerzan demasiado nuestro cuerpo es dañino, al igual que no cuidar nuestro mundo emocional. Saber sacar partido de todas las edades de nuestro ciclo vital significa haber alcanzado un saludable equilibrio psíquico.A los 60 años, los conocimientos y la experiencia pueden ser aprovechados de forma muy ventajosa, porque se tiene más sabiduría y más tolerancia, tanto con una misma como con los demás. Las mujeres, construimos nuestra feminidad a lo largo de toda la vida, tal como afirma el psicoanalista J. D. Nasio. Los 60 años son un momento estupendo para revisar lo que no marcha bien y soltar todo aquello que no nos permite vivir a gusto nuestra madurez.