Muchos de los conflictos psicológicos que se te presentan en la madurez pueden venir relacionados con la infancia. Tanto en las posteriores relaciones personales como en las fraternales o familiares influye el trato que nos dieron los padres.Ser el preferido de la familia acarrea tantos aspectos negativos como positivos. Te sientes más apoyado y valorado, pero este sentimiento se pude volver en tu contra, ya que es muy probable que desarrolles la necesidad de satisfacer siempre a tus padres. Puedes dejar de lado deseos propios porque no se ajustan a lo que se espera de ti desarrollando una personalidad que anteponga las inclinaciones personales de los demás antes que tuyas propias.Por otro lado, el hecho de que tus padres apoyaran más a tu hermano en distintos momentos, o prestaran más atención hacia sus logros o vivencias, crean problemas de confianza en ti mismo, dudando incluso del amor de tus progenitores.Pero muchos de estos aspectos que influyen a la hora de recibir un trato especial provienen de una manera inconscientemente; el parecido físico, el nombre propio que le ponen, puede evocar recuerdos favorables o desfavorables que recuerden a alguien afín. O incluso los acontecimientos del día del nacimiento, si fueron felices o traumáticos.Para evitar esto, los padres tienen que hacer un ejercicio de reflexión ya que es muy fácil dejarse llevar y tomar preferencia por el buen hermano, el que lo hace todo bien, o el que más se ajusta a las expectativas. Identificarse con los hijos y el amor de padre les llevará a una maduración psicológica plena.