Las ideas que se articulan a través de los prejuicios son por lo general heredadas y se han asumido de forma natural. No somos propietarios de ellas sino que, por el contrario, estamos a su servicio. Lo normal es que este tipo de creencias se transmitan de forma inconsciente, vía familiar o social, por lo que tienen la fuerza que procede de la atmósfera cultural en la que uno crece.Así, muchas veces los juicios previos, que repetimos sin darnos cuenta, sin haberlos pensados pensado por uno mismo, se apoyan en un conflicto inconsciente que no se ha podido resolver. Las personas con muchos prejuicios tienen un pensamiento muy primario, poca capacidad de autocrítica y una forma de ser bastante rígida. También tienen un alto grado de desconocimiento sobre sus procesos psíquicos y por ello se atreven a juzgar sumariamente a los demás, huyendo de sí mismos y poniendo en los otros lo que no soportan en su interior.Necesitamos tener criterio y juicios sobre lo que nos pasa y también necesitamos entender lo que les ocurre a los otros. Con frecuencia, las personas que se pasan el día juzgando tienen conflictos en su mundo emocional y se valorarían muy severamente si conociesen los deseos inconscientes que se esconden tras esas opiniones rápidas.