En estas fechas la familia y la infancia se hacen con el protagonismo y son esos elementos los que hacen que en Navidad se forme una sobrecarga emocional que puede causar tensiones.Durante la infancia se organiza nuestro mundo emocional y en la familia se aprende a mirar lo que nos rodea y a expresar nuestros sentimientos. Estos días representan la importancia de la familia en la historia de cada uno y en esa representación nos peleamos con la imagen que tenemos de nuestra familia, y que rechazamos por que no nos gusta, aunque también puede entristecernos la imagen que nuestra familia tiene de nosotros y que no coincide con cómo somos.Las reuniones familiares de Navidad pueden desencadenar una reserva emocional que nos llena de inquietud y nos hace ver a las personas como las mirábamos en la infancia, en lugar de aceptar que han cambiado. Con todo esto, las fiestas navideñas pueden convertirse en una fuente de conflictos y tristeza, llegando a causar depresiones y dolores de cabeza o de estómago.A todas las tensiones no resueltas del pasado es a lo que la pareja tiene miedo en estas situaciones familiares. Y es que cada uno de sus miembros sabe, de manera inconsciente, que la incomodidad que su cónyuge sienta en estas reuniones, revertirá sobre su relación. Las discusiones por estar con una u otra familia denotan cierto conflicto por parte de ambos para asumir su historia y respetar la del otro. Las discusiones sobre el sitio donde se celebra, quién lo organiza o a quién se invita esconden antiguos sentimientos infantiles que no quieren manifestarse, pero que no han sido resueltos y por tanto intentan salir.En lugar de pelearse, sería mejor recordar lo que gustaba y lo que no de la familia, e integrarlo en nuestro pensamiento. Aceptar que la familia no es como queremos, sino como puede, alivia la tensión interna y con la pareja. Cuando las expectativas sobre estas reuniones son altas, el placer que podríamos obtener se rompe. Es preferible bajar el listón para evitar decepciones.