Pamplona es una ciudad ideal para el paseante, para el visitante sin prisas con ganas de caminar lento. Cualquier visita a la ciudad tiene que empezar obligatoriamente por la Plaza del Castillo, que debe su nombre a la fortificación que se alzaba en este espacio en el siglo XIV y que servía para proteger a los pamploneses de los propios pamploneses.Hoy esta plaza es el principal punto de encuentro de los pamploneses. En el número 1 se encuentra el famoso Gran Hotel La Perla, uno de los más antiguos de España y entre cuyos huéspedes ilustres se contaron Pablo Sarasate, Charles Chaplin, Orson Welles y el inevitable Ernest Hemingway. Siguiendo sus pasos es de visita obligada el Café Iruña, en el número 44 de la misma plaza, del que fue asiduo el escritor. Fundado en 1888, el Café Iruña fue el primer establecimiento de la ciudad con luz eléctrica.Para adentrarse por el casco viejo se puede salir directamente a la calle Estafeta y bajar por ella hacia Mercaderes. Eso si se quiere recorrer a la inversa el trazado de los encierros.Es más interesante dejarse llevar sin rumbo por la zona. Así el visitante puede encontrarse por sorpresa y a la vuelta de dos esquinas con el Aquavox, en la calle San Agustín, un sorprendente balneario urbano y complejo deportivo con dos piscinas cubiertas. Si no ha traído el traje de baño el paseante puede acercarse al palacio arzobispal y desde allí acceder a la Ronda del Obispo Barbazán para tener una primera impresión de las fortificaciones de la ciudad.