¡Albania y su gente! La frase dice poco pero resume mucho. Albania ese país al sudeste de Europa donde la mayoría de su población es musulmana pero también conviven con las iglesias católicas por su cercanía al cristiano.
No es la Europa central donde miles de millones de turistas se aprestan cada año, pero Albania y su gente debería ser un destino al que todos los que nos guste la historia, el arte, la buena comida y las grandes caminatas por sus calles y parques.
Las playas de Albania
Sin olvidarnos de sus playas en la Riviera Albanesa. Jale beach la más grande pero es que es espectacular. Majestuosa por donde la mires porque justo el azul intenso es indescriptible y ni siquiera le hace honor a lo impresionantemente hermosa que es.
El mar Jónico justo al sur de Albania es el templo de estas impresionantes playas también conocidas como ‘Mirror beaches’ por lo cristalina del agua además de las tonalidades azules que junto a Gjipe beach hicieron de este paseo uno de los más inolvidables. Una maravilla visitar estos sitios.
¿Cómo comenzar el día? Con café.
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Sálvame del olvido, sálvame de la soledad.
Albania y su gente
En un mundo tan globalizado pero al mismo tiempo tan diverso, Albania y su gente ha sido un abrazo para el corazón.
6 días fueron poquísimos. Sin embargo, estoy seguro que regresaré a Porto Romano donde sus playas y el mar es un absoluto espectáculo. Y mira que, por dicha, conozco mares, pero el mar Adriático junto con el mar Mediterráneo se confunden, se mezclan, se besan. Y sí, hacen poesía.
Indescriptible la magia de Albania y su gente y su comida y sus playas y sus vestigios y su cultura.
Pero, ir con mi amiga judía, no precisamente en modo judía porque no sabíamos que tan radicales eran, además de mi mamá y mi hermano.
En esta expedición lo que nunca faltaron fueron las carcajadas, las larguísimas charlas y conversaciones, las promesas de amor entre Cons y yo, el drama de mi parte y por supuesto las lágrimas de felicidad, nostalgia y dicha.
No. No tuvimos futuro ni tendremos.
Amores de mi vida + Albania
Mi madre que hace magia, que transforma todo a su paso en amor puro, mi madre que se carcajeó con el mesero de un restaurante de comida típica albanesa sin que mi madre, por supuesto, hable albanés y Geremia que no entendía una pizca de inglés o español. Pero justo así es la vida, conectar con personas que son infinitamente diferentes a nosotros.
Y luego mi hermano, que ya he hablado muchísimo sobre el carisma de Clemente y su magia tan espectacular de conquistar a las personas con sus sonrisa. Las albanesas no fueron la excepción. Ok, también los albaneses. La dicha perfecta mi nene. El amor de mi vida: mi bro.
Y Constanza queriendo conocer cada rincón porque no es común que ella pueda —o se sienta segura—en un país lleno de musulmanes. Pero esta persona tiene dones que van más allá de lo establecido, comenzando por el amor, el conocimiento, el aprendizaje y uno de los dones más escasos pero más genuinos, sobre todo en ella, el don de gente.
Como Cons siempre va a escuchar antes de juzgar, sí en medio de esta sociedad —casi todos—tan juzgona, ella evita caer en ese “vicio” o como ella dice, «evito ese infortunio error de pre juzgar».
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El valioso e incansable arte del desapego.
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Y, como dice Constanza, y casi un proverbio judío que amo, «La bendita vida que nos merecemos».
Volveremos a Albania.
De los cuerpos ajenos no se habla, no se opina.