Marlaina Dreher, madre de un niño de cinco años, se alegra cuando su hijo toma una cuchara de plástico colmada de lasaña vuelta puré y comienza a comer.
Brandon es autista y ha avanzado mucho desde que participa en un programa de siete semanas para tratar un trastorno de la alimentación en el Centro de Autismo Marcus. Antes solo comía galletas y papas fritas de McDonald’s, pero ahora la hora de comer ha dejado de ser un martirio.
“Mi esposo, Sean y yo decimos: ¿Cómo sería si hubiéramos venido hace dos años? ¿Cuánto hubiéramos avanzado hasta ahora?”
El Centro de Autismo Marcus, que funciona bajo la tutela del Cuidado de Salud Infantil de Atlanta, es una de tres entidades destinadas hacia un Centro de Autismo de Excelencia por los Institutos Nacionales de Salud.
Ese esfuerzo con el Departamento de Cuidado y Aprendizaje Inicial estatal forma parte de un amplio objetivo para llegar a la comunidad y construir recursos comunitarios para niños con autismo y sus familias. Los funcionarios del centro desean ampliar más adelante ese tipo de asociación a otros estados y coordinan con funcionarios federales a fin de trasmitir su trabajo a programas iniciales a nivel nacional.
Los participantes en el esfuerzo tratan de investigar y demostrar que los síntomas del desorden relacionado con el autismo, que afecta a uno de cada 88 niños a nivel nacional, puede ser detectado a edad temprana, en los dos primeros años de vida, y que le detección temprana es la clave.
“Hoy recibí una llamada telefónica de alguien que dijo que tiene un niño de ocho años que no puede hablar y que necesita de nuestra ayuda. Yo sé que podemos ayudar a ese niño, pero hubiéramos podido ayudarlo más si hubiesen hecho la llamada cuando tenía dos años”, destacó Don Mueller, director ejecutivo del Centro de Autismo Marcus.
“Los niños autistas no pueden hacer contacto visual, giran, hacen piruetas o se balancean, o no pueden expresar sus necesidades; es por eso que algunas personas sienten que tener autismo es una condena a muerte porque es devastador”, destacó Stapel-Wax en una entrevista. “Sin embargo, decimos que eso no es cierto. Si uno interviene temprano, uno puede lograr cambios”.
El programa de Georgia para aprendizaje inicial es financiado en parte con una donación federal de 199.500 dólares. El comisionado Bobby Cagle, que supervisa el Departamento de Cuidado y Aprendizaje Inicial, dijo que es una buena inversión en la comunidad.
“Es devastador saber que tu hijo tiene un desorden relacionado con el autismo, pero es aún más devastador enterarse de eso y no saber a quién recurrir”, destacó Cagle, señalando que el acceso a especialistas en áreas rurales puede ser un reto. “Para esas personas, es muy importante que trabajemos desarrollando esos recursos y una red de profesionales en todo el estado que puedan ayudar una vez que el desorden ha sido diagnosticado”, agregó.