El experto Paulo López Guillén dijo que hepatitis se asocia de manera importante al desarrollo de diabetes mellitus, debido a que el efecto del virus en la estructura del hígado, al cual endurece, hace que funcione inadecuadamente.
Indicó que entre otros efectos hay problemas en la producción de insulina, hormona que regula los niveles de azúcar en el organismo.
El titular de la Clínica de Infectología Juan I. Menchaca del IMSS en Jalisco agregó que esto aplica de manera principal en las formas más agresivas de la enfermedad, es decir, las causadas por los virus B y C.
Añadió que dado que en alto porcentaje la hepatitis cursa sin síntomas evidentes, la probabilidad de daño hepático aumenta.
Señaló que: 99 por ciento de las personas, por no decir 100 por ciento, cursa con una hepatitis anictérica, esto significa que no van a generar un daño hepático agudo como para que tengamos un cuadro clínico de ictericia o coloración amarillenta en la piel y en la parte blanca de los ojos (esclera).
Afirmó que es importante la realización periódica de estudios de laboratorio que incluyan biometría hemática y pruebas de la función hepática, en concreto de las transaminasas.
Recomendación en especial dirigida a personas que hayan sido transfundidas antes de 1986, o bien, quienes gusten de colocarse piercings y hacerse tatuajes; incluso aquellos adictos a drogas intravenosas, porque sobre todo en lo que respecta al virus C de la hepatitis, éste se concentra en la sangre, añadió.
Expresó que el principal síntoma de la infección es la debilidad y después manifestaciones finas que el médico puede identificar a través de un análisis de la sangre. Si este aparece con disminución en plaquetas, aumento en glóbulos blancos y anemia, debe de sospecharse de hepatitis, más si hay antecedentes de transfusiones previas a 1986, uso de piercings y tatuajes.
Resaltó que la importancia de esta prueba, que además debe reforzarse con una palpación física del hígado, estriba en la probabilidad de captar la enfermedad antes de que se forme cirrosis, la cual es el paso final de la hepatitis y la antesala para cáncer hepático.
Subrayó que de diagnosticarse a tiempo, antes de que el hígado esté dañado, podemos iniciar el tratamiento con probabilidad de curar 60% de los casos correspondientes a los serotipos uno A y uno B, y 95% de los genotipos dos y tres, es decir, es una enfermedad con alto porcentaje de curación con tratamiento oportuno.
Indicó que el tratamiento va de tres a seis meses para los genotipos dos y tres, mientras que para el genotipo uno A o uno B, la terapia toma de seis meses a un año.