“Luna de miel, rosa pastel, clichés y tonterías“. Dice la canción de Belanova, muy cierta, muy sabia y muy precisa. Pero con su dotación justita de dolor ¿será?
«Sí, yo quería ser la madre de tus hijos. Y al final los dos nos destruimos. Tú y yo ya no existimos. Yo te olvidaré, me olvidarás, hasta nunca».
El adiós entre dos personas suele ser muchas veces más un trámite que en sí un adiós tácito. Lo curioso de los adioses es que suelen ocurrir mucho antes de el ‘final, final’. Pero no los vemos. O no los queremos ver. Mucho menos nos queremos ir.
Clichés y tonterías
No pasa nada con reconocer que los ‘para siempre’ son escenarios más comunes que los ‘para toda la vida’. Ambos poco ciertos, para que mentir.
Los ‘para toda la vida’ justamente suelen estar ataviados de clichés y tonterías, siempre tienen ese tono de que lo imposible es más posible que lo posible mismo. ¿Qué misterio? En realidad no, la vida está rodeada de finitas posibilidades que muchas veces parecen —¿o acaso sólo las imaginamos?— ciertas pero no lo son.
El misterio del amor muchas veces nos lleva a esas suposiciones y utopías. Porque claramente nuestra conciencia y pensamientos se rodean de esas bonitas hormonas de serotonina, dopamina, oxitocina y, mi favorita, las endorfinas. Estas últimas además tienen la finura de, literal, hacernos sentir vivos.
Descubrirnos derramando endorfinas en cualquier mañana común, también está rodeada de infinitos clichés y tonterías. Pero cómo gozamos esos momentos donde un simple gesto, una escena que pasó de ser común a ser magnánima nos sorprende “endorfinados”. Y qué alegría. Qué gusto permitirnos vivirlo.
Estereotipos y clichés
Como en tantas historias de la vida, obvio incluyendo las de amor romántico, están llenas de estereotipos, de clichés y tonterías. Pero, ¿por qué nos gusta lo amoroso?
El amor romántico —casi—siempre está acompañado de infinitos clichés, un tanto de estereotipos donde la mujer encuentra a su príncipe azul. Aunque ahora, así lo asumo, cada vez hay menos mujeres que quieren un príncipe azul. Tampoco estoy diciendo que quieran una princesa rosa.
Nada más cliché y anticuado que justo lo que acabo de escribir. Sin embargo, y en mi defensa, muchas personas aspiran, anhelamos un amor que sea tan inmenso que nos abrace por completo, nos cuide y acompañe, nos proteja, nos complete y materialice los improbables, justamente estos clichés de los que hablo.
Pero, el mismo amor que tiene más derroteros que estrellas en el universo, también nos muestra siempre esos matices donde la libertad, el albedrío, las decisiones hacia el bienestar propio son el mejor amor. Sí, el amor propio. La autoestima. El valor de cada uno.
Mi propio valor siendo yo con mis miedos, mis egos, mis sueños, mis templanzas, con mis aciertos, errores, horrores y sí, mis propios clichés y tonterías.