No era amor

«¡Falsa alarma, no era amor!». Muchas novelas, cuentos y un poemario han acompañado mis días recientes.

Recuerdo mucho cuando supe la historia romántica del gran Julio Cortázar enamorado de Cristina Peri Rossi pero a la postre se casaría con la argentina Aurora Bernárdez. Y después con Carola Dunlop. Qué personajes.

Entre las pocas letras como tal de la argentina esta esa frase icónica, incluso quizá desalmada pero muy realista e intensa:

«Hay cierta paz en la desilusión. Porque ya no existe la incertidumbre».

Extracto de mi cuento, ‘Falsa alarma, no era amor’.

«No era amor, mamá».

El chico de 17 años con enormes ojos color miel y el pelo desaliñado corre a encontrarse con su madre y con tremendos gritos que retumban en el corredor apenas se asoma la silueta de la mujer robusta pero de inmensos ojos color azul y el cabello rizado al hombro que parece el ser humano más espectacular que los ojos de Sam, Samuel hayan visto.

—Mamá, no es amor.

Repite una y otra vez como merolico, pero con esa sonrisa que definitivamente atraen la mirada de la mujer. El encuentro de ambos se funde un abrazo, la madre extiende los brazos y apacigua el fulgor del chico.

—¿Qué pasa, Samuel? Pareces una cabrita loca corriendo por el campo libre.

—Así me siento, madre. Libre. No era amor. ¡Falsa alarma, no era más que ilusión!

Caminamos a prisa. De cierta forma mamá no entendía, ni sabía el porqué de tan desparramada frase y de mi arribo hasta su brazos tan inesperadamente.

Pero así éramos. Así somos ella y yo: libres y fieles creyentes del amor. Del amor romántico.

No era amor

No era amor

En el epítome de esta historia donde Samuel ha sido fuertemente apedreado en sus sentimientos, donde no tuvo cabida en la vida de Samantha porque ella no supo cómo convivir con su ternura, impaciencia, desolaciones, inquietudes, prisas y sobresaltos.

Pero es que Samuel era un chico que veía al amor romántico como el estado perfecto para existir, e incluso, sobrevivir.

«No todas las personas ven al amor con amor». Decía el poeta portugués Fernando Pessoa. Y sí, qué sabio. El amor no es para todes.

El final del cuento

Samuel corrió al río, donde dejó sus lágrimas, su llanto, sus tristezas por no poder ser ese consuelo que Samantha necesitaba. Él sólo quería abrazarla, cuidarla, sí con toda su torpeza, pero también con toda la ternura, el consuelo que aquella alma femenina necesitaba. O al menos eso parecía.

Samantha era ese tipo de persona temerosa pero inmensamente genuina y brillante, lúcida a más no poder, pero quizá por eso fría, enigmática. Llena de improbables. Pero no por eso menos hermosa.

Samantha sólo se fue, jamás le dijo adiós.

Por eso Samuel supuso que no era amor. Aunque en sus adentros sí era el más puro y divino, sincero, respetuoso demás.

Samuel asombrado por la desaparición intempestiva de la chica de ojos azules y larga cabellera, pasó los días escribiendo poemas y cuentos.

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