Estresarse, enojarse o estar tristes no solo nos causa sobresaltos, también daña nuestra piel (y mucho). Sí, las mujeres somos muy emocionales y un tanto temperamentales y esto se puede ver reflejado, por ejemplo, en nuestro cutis.
No se trata de una exageración pues diversos estudios demostraron que los desajustes emocionales repercuten en la dermis. Si la que se enoja pierde, engorda y daña su piel, algo habrá que hacer al respecto.
No podemos evitar sentir estrés o enojo pero sin duda podemos controlar los niveles. No exageres, (muy probablemente) no vale la pena.
Y es que cuando sentimos estrés se interrumpe la producción de colágeno y la piel se vuelve más débil y, por tanto, se deshidrata.
Cuando nos enojamos, afecta a los músculos faciales y acelera la aparición de arrugas. No lo habías pensando, ¿verdad?
Pero no solo eso, cuando estamos tristes, liberamos hormonas que afectan a los ojos (se hinchan) y apagan la piel.
Aprendamos primero que hay una gran diferencia entre preocuparnos y ocuparnos. Y un sinfín de situaciones pasajeras.
La Universidad de Yale, en New Haven, Connecticut, reveló que efectivamente enojarte te hace subir de peso. El cortisol (una hormona esteroidea) incrementa los niveles de azúcar en la sangre y eso provoca aumento de peso. Exacto, piénsalo dos veces.
Además, cuando el estrés supere sus niveles “normales” llevando al individuo a “explotar”, se produce una descarga de adrenalina que tiene más efectos negativos que positivos. Vivir enojado tiene consecuencias en la salud.
Todo tenemos un mal día pero si lo tuyo ya es una mala vida, debes saber que en el ámbito de la psicología se recomienda “enojarse” de vez en cuando porque de esa forma se libera estrés pero, por supuesto, todo en exceso es malo.
Los problemas emocionales y físicos aparecen cuando la ira o el enojo son recurrentes, cuando se pierde el control sin razones de peso y el estallido se manifiesta en furia.