Rosa de Lima fue bautizada como Isabel al nacer, sin embargo su madre al ver lo hermosa que se ponía su hija al nacer, comenzó a llamarla Rosa. Fue en 1597 que Santo Toribio, el entonces Arzobispo de Lima, tras confirmarla, le puso definitivamente Rosa. Nombre con el cual es conocida en todo el mundo.
Lima Perú fue el lugar que vio nacer a Rosa, en el año 1586. Sus padres fueron Gaspar de Flores y María de Oliva. Santa Catalina de Siena era el ejemplo a seguir para Rosa, a pesar de recibir burlas de sus padres y amigos.
En una ocasión su madre la coronó con una guirnalda de flores para que luciera bien ante las visitas, a lo que Rosa respondió clavándose una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, como penitencia a la vanidad que le había hecho sentir su madre.
Rosa detestaba la idea de ser bella o de que le dijera la gente que lo era, así que solía restregarse la piel con pimienta para ensuciarse y no ser la tentación de nadie. Se cuenta que un día una mujer le dijo que sus manos eran muy bellas y suaves. Eso disgustó tanto a Rosa hasta terminar tallándose las manos con barro y lastimándolas al grado que no pudo vestirse por sí misma durante un mes.
Esas fueron sólo algunas de las tantas acciones que hizo Rosa para encaminar su vida al bien y alejarse de todas las tentaciones. Ella quería despojar de sí misma todo amor propio porque pensaba que era el orgullo el culpable. Así pues se dedicó a tener innumerables actos de humildad.
Tras el fallecimiento de su padre en una explosión minera, Rosa se encargaba de trabajar en el huerto y cosía durante la noche para ayudar con el sustento de su familia. Su compromiso con su religión fue tal, que hizo un voto de virginidad para entregarse totalmente a servir a Dios.
Al cabo de esos años ingresó en la tercera orden de Santo Domingo, justo como Catalina de Siena, y a partir de entonces se recluyó en una cabaña instalada en el huerto. Solía llevar sobre la cabeza una cinta de plata con puntas en el interior para simular una corona de espinas. Se dice también que cuando ella hablaba de Dios su semblante se iluminaba totalmente.
Rosa pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, un empleado del gobierno, cuya esposa le guardaba un cariño especial. Durante la penosa enfermedad su oración era: “Señor, auméntame los sufrimientos, pero aumenta en la misma medida tu amor”.
Rosa falleció a los 31 años, el 24 de agosto de 1617. El Papa Clemente X la canonizó en 1671, convirtiéndola en la primera Santa de América.