Es posible que de pequeña se cayera en la marmita de las vitaminas y eso explique tanta sobredosis de acción. Actriz, presentadora, cupido, amante de los animales… El huracán Anabel se atreve con todo, incluso con la solterona más amargada de "La familia Mata". Anabel Alonso no tuvo más remedio que ser una mujer menuda porque, de haber sido grande, sería un ciclón, una fuerza de la naturaleza. Es, pues, una mujer pequeña por seguridad, para evitar la concentración de una energía que podría desbocarse en cualquier momento, con cada broma, cada carcajada. Pero es, al tiempo, sensible y frágil, y camufla con buen humor sus humanas inseguridades. Ahora está en la segunda temporada de La familia Mata, que Antena 3 estrenó la primera semana de abril.La veo contenta…Es que estoy encantada. Vengo de una serie mítica, de un personaje al que he dado vida durante siete años, y eso marca. Después de Siete vidas, rechacé muchas ofertas porque no encontraba una serie por la que mereciera la pena apostar. Hasta que llegó La familia Mata. Mónica, mi personaje, es una loca del amor. Para ella, cualquier hombre es el hombre de su vida. Es una ciclotímica que tan pronto es la mujer más feliz del mundo como se quiere tirar a la vía del tren. Y eso, para una actriz, es un gustazo.¿El ritmo acelerado de la tele le permite trabajar y disfrutar?Lo difícil son los primeros episodios. Luego, cuando te has hecho al personaje, es muy fácil poner en su boca los diálogos. Lo complicado es memorizar los textos, aunque ahora tenemos más tranquilidad en la entrega de los guiones. Además, nos repartimos bastante el tiempo de grabación.Eso no le ocurría antes.Qué va, en Siete vidas estábamos todos los actores cada día.Se diría que con aquella troupe formaba una familia.Desde luego. En ese reparto no se daba puntada sin hilo. Todos nos conocíamos, nos admirábamos y bastaba una mirada para que nos diera un ataque de risa.¿Y en La familia Mata?Ahora empieza a pasarme lo mismo, estoy formando otra familia. Nunca había trabajado con estos actores y estamos en esa fase de ver cómo se mueve cada uno en su jaula.¿No añora grabar con público?Desde luego. Esa fórmula mezclaba lo mejor del teatro y de la televisión, y era como estrenar una función todos los viernes. La familia Mata se graba como el cine: aquí te pillo, aquí te mato.Se lo decía no sólo por Siete vidas, sino por los concursos que ha presentado. Usted tiene una química especial con el público.Es que tener a 150 personas delante te da otro nervio. Lo bueno es que puedes aprovechar todo lo que sucede para convertirlo en parte del programa. Y una, que se ha criado en el café teatro, tiene esa tendencia. La improvisación me encanta, aunque siempre es un reto.Usted, que presenta galas, concursos y que incluso ha ejercido de cupido catódico, ¿cree que luego es valorada como actriz?Eso de despreciar a la gente de la tele pasaba antes, cuando cine, teatro y televisión eran compartimentos estancos. Ahora, son vasos comunicantes. El tirón de la tele es un reclamo, pero también una cuestión de oficio porque te da callo.¿Tiene un chip de presentadora y otro de actriz?Cuando presento, no soy yo del todo: estoy en un 80 por ciento Cuando interpreto, intento quedarme en un diez. A veces lo consigo y a veces no. Para presentar, la clave está en el improvisación, en ser más ingeniosa.¿En la vida le ha ido todo bien?Mejor de lo que esperaba. Cuando dejé Bilbao y vine a Madrid asumí que pondría copas y, de vez en cuando, haría algún show. Aunque estudié Turismo, no quería acabar en una agencia, quería actuar. En todo caso, habría terminado en un autobús montando el espectáculo a un grupo de jubilados de viaje a Benidorm.¿Se pone metas o se deja llevar?Me voy dejando. Aunque, tengo la idea de montar un Shakespeare. Voy teniendo la posibilidad de ir creando mis propios proyectos, como un late night, aunque la tele está un poco salvaje últimamente con eso de las audiencias.