El insomnio en niños les puede provocar ansiedad, depresión, falta de motivación y alteraciones cognitivas, indicó Diana de la Orta Pérez, de la Clínica de Trastornos del Sueño de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La especialista alertó que algunas conductas que pueden relacionarse con el insomnio infantil son similares a un capricho, como cuando no quiere ir a la cama y protesta, necesita que los padres estén presentes para dormir o durante el día se muestran irritables.
“Este comportamiento llega a confundirse con el trastorno de hiperactividad, pues a consecuencia de un mal descanso, se puede sufrir ansiedad e incluso depresión”, ante la necesidad de recuperación del sueño perdido, dijo a UNAM Global.
La especialista destacó que tener un sueño continuo durante la noche es importante para el óptimo desarrollo del sistema nervioso, debido a que cada etapa tiene una función en el cerebro, útil para la reparación de todo el cuerpo.
Un buen sueño es importante para los niños porque es el momento en que su organismo produce la hormona de crecimiento. Un niño que no duerme bien tendrá problemas de aprendizaje y memoria, expuso.
Por ello, consideró importante evitar que los pequeños ingieran comida chatarra alta en azúcares o utilicen los dispositivos electrónicos antes de irse a la cama, porque el cerebro se pone en estado de alerta en vez de prepararse para el descanso.
Además, la especialista señaló que el insomnio infantil también puede tener su origen en una alteración neurológica, a un ambiente familiar bajo estrés o violencia.
De la Orta Pérez refirió que de los cero a tres meses de vida los bebés necesitan dormir cerca de 17 horas, más que uno de cuatro a siete meses, debido a la función del sueño en el desarrollo del cerebro.
“A los seis meses, aproximadamente, se va estableciendo un periodo de sueño similar al del adulto, con algunas siestas de quince a treinta minutos”.
A partir de los dos años, “edad en que los padres comienzan a dejar al niño en otra habitación, empiezan algunos problemas debido a que el infante no quiere dormir”.
De tres a seis años, deben dejar de hacer siestas de forma paulatina, y durante la etapa escolar los infantes deberán dormir en promedio un máximo de 11 horas.