El primer hijo nos hace debutar como mamás, es quien marca la pauta de nuestra histeria o relajación de lo que seremos para educar. El segundo hijo pone a prueba nuestra paciencia ya que motivado por querer ser aceptado por el o la hermana mayor suele hacer cosas que nuestro primer hijo (a) no hacía.
El primer hijo suele ser tan lindo, tan adorable y sobre todo tan tranquilo que es el motivador para que vengan los demás, claro pensando en que si el primero fue tan fácil un segundo ¿qué puede cambiar?
¿Qué crees? cada hijo es diferente (eso es muy bueno) cada uno crea su propia identidad, su carácter y su personalidad.
Mientras uno puede ser el hijo perfecto, el otro puede ser el que se dice vulgarmente “quien te sacará canas verdes”.
Cuando nace el segundo hijo te das cuenta que en realidad el primero perfecto y aunque no es bueno comparar a los hijos, pero el segundo hijo resulta ser un torbellino. Suele romper más cosas que el primero, raya las paredes que no conocían el poder de un plumón en las manos de un niño y un sin fin de cosas que no sabías que podían pasar.
Cuando uno se pregunta el por qué el segundo es así mucho se le puede atribuir al hecho de que el hermano mayor lo motiva a hacer las cosas, por ejemplo a caminar, a ir al baño, a hablar, y a un sin fin de cosas que quiere lograr por agradarle al que se convertirá en su ídolo. Sumado a que el segundo hijo creemos se cansa de esperar, de ser el que nació compartiendo todo desde un principio y siempre tiene que esperar a que el grande sea atendido, desde pequeño si el mayo gritaba “quiero ir al baño” el segundo era dejado en la cuna para atender al otro. Ese es uno de los tantos ejemplos y también una de las tantas teorías.
Cada uno de nuestros hijos son distintos que requieren de formas y tratos diferentes a la hora de educar pero indudablemente son maravillosos y a cada uno se le ama con la misma intensidad. Y gracias a esa diversidad tú logras ser una mejor madre.