Fue el caso de Jen Glantz, siempre la dama de honor, nunca la novia. A sus 26 años, había sido dama de honor en 6 bodas y había analizado las necesidad de cada una de las novias. Ahí empezó el negocio. Se trata de Bridesmaid for Hire, una idea millonaria. Hoy se encarga de facilitar la vida a muchas mujeres en su gran día con damas de honor profesionales.
Aunque puedes contratar una wedding planner que se encargue de tu gran día, difícilmente cumplirá el papel de quien pueda darte apoyo emocional y consejos más allá del ámbito profesional. De ahí la “necesidad” de contratar también una dama de honor profesional.
Jen reside en Nueva York y envía damas de honor profesionales a todo el país (Estados Unidos). Cuenta que, sorprendentemente, las novias están dispuestas a pagar por todo: Desde la redacción de sus votos por 150 dólares (entre 2 mil y 3 mil pesos), hasta el paquete de novia “supremo” (a partir del mil dólares). Eso incluye seis sesiones de una hora con Glantz y nueve horas de logística el día de la boda, lo cual a veces incluye estar de pie en el altar junto a la novia. Si no están en Nueva York, las novias cubren los gastos de viaje de Glantz.
Glantz inició esto como un servicio gratuito pero después de aparecer en televisión nacional y amanecer (al día siguiente) con 250 solicitudes, el negocio se había cerrado. La organización es uno de sus fuertes. Glantz se basa en Google Sheets para crear listas de pendientes digitales para sus novias. Es toda una experta.
En China, rentar damas de honor profesionales también es un negocio fructífero. Las responsabilidades van desde maquillar a la novia, beber alcohol, mostrarse amigable y emocionada, lidiar con los invitados molestos e involucrarse en esos juegos pasados de tono.
Norteamérica, Europa y Asía son los pioneros del servicio. Emprendedoras del mundo hicieron de un “compromiso” un negocio en crecimiento.