Ya no sé lo que quiero", "voy a estar solo toda la vida", "mis padres no me entienden", "tengo celos del novio de mi amiga" y "¿me gustan los chicos o las chicas?" son preguntas que, con frecuencia, atormentan a los adolescentes y los adultos resuelven diciendo "se siente mal consigo mismo" o "está en plena crisis hormonal".Y es que todo adolescente, de un modo u otro, se pregunta quién es. La crisis, la duda frente a la vida que se desea y la búsqueda de la identidad marcan el principio de este periodo, que sólo adquiere sentido años más tarde, cuando se entra en la juventud.
Antes, en la adolescencia, la identidad sexual se constituye en una dinámica de identificaciones. El chico se identifica con algunos rasgos del padre y la chica, con algunos rasgos de la madre, pero, a la vez, tienen que romper la dependencia infantil para inscribirse en la independencia de adulto que le conducirá a hacerse responsable de su vida. A lo largo de ese proceso construyen una subjetividad de la que forman parte los valores transmitidos por su entorno familiar y social, a los que se suman los del tiempo cultural que les haya tocado vivir.La identidad sexual es una construcción psíquica que determina al adolescente y le hace tomar una posición frente a sus deseos, ya sea en relación a lo que quiere con otro o a lo que quiere para sí mismo. Poder desear y ser objeto de deseo son dos opciones que han de integrar en su identidad sin dejar de ser ellos mismos.Es importante entender que este proceso puede ser largo y estar jalonado de inseguridades y, en muchas ocasiones, la duda se refiere a si se sienten atraídos por el mismo sexo o por el opuesto. Inserto en esa incertidumbre, además, debe resolver varios conflictos, como la necesidad de resolver la relación con sus progenitores o el miedo a que el encuentro con el sexo opuesto descubra sus fragilidades. Una adolescente de 16 años, a la que llamaremos María, escribía al consultorio preocupada porque no sabía si era homosexual. Siempre le habían interesado los chicos, pero ahora sólo podía pensar en su amiga y estaba muy celosa porque ella tenía novio. Esta amiga era fundamental para María, porque se había convertido en su principal apoyo al entrar en el instituto, donde se sentía sola y desplazada.Antes de que María comenzara a sentirse bien en su nuevo ambiente, la amiga, de la que dependía demasiado, se echó novio y se volvió a sentir sola. Esa amiga es para ella una figura materna.Teresa, que tiene 24 años, aunque parece que no ha salido de la adolescencia, dice que a veces ha pensado si será homosexual porque no consigue sentir nada cuando está con un chico y el que le gusta es muy criticado por sus amigas. Lo que le pasa a Teresa es que le da miedo el compromiso íntimo con un chico y no se siente autorizada por las otras mujeres.Raúl es un chico de 16 años que, a su edad, ha tenido muy poco contacto con las chicas. Se siente mal porque sus amigos ya tienen novia y piensa que él no va a tenerla. Está deprimido, pero no se lo dice a sus padres porque cree que no lo entenderían. No sabe cómo será su futuro, pero se imagina solo toda la vida. A Raúl le gusta una chica que le ha rechazado y le ha dicho que no quiere estropear su amistad. Dice que su actitud con las chicas es correcta, pero que ninguna se fija en él. "¿Acaso tendría que dejar de ser bueno para ser un hombre?", se pregunta. No es fácil dejar de ser niño. Su depresión tiene mucho que ver con que Raúl está abandonando la infancia (por ello prefiere no ir a contarles a sus padres lo que le ocurre), pero no tiene aún repuesto de cómo ser. Llegar a ser hombre o mujer implica una construcción que se realiza con los materiales que nos han sido suministrados durante nuestra infancia y que son en gran medida inconscientes.