Hay personas que, con su actitud pasiva, consiguen que otras decidan por ellos. Para arriesgarse hay que aprender a ser libre.Cuando el riesgo da pánicoLa vida cotidiana está llena de pequeñas decisiones (qué comemos hoy; qué vestido me compro; a dónde nos vamos de vacaciones.), pero también de grandes decisiones (qué profesión elijo; qué pareja; qué grupo de amigos.).
Hay personas que se las arreglan para que otros decidan por ellos. Así, alienadas por deseos ajenos, adoptan una posición pasiva y en apariencia cómoda, pero también enormemente destructivaNo tomar decisiones, y en consecuencia no elegir, implica vivir bajo la idea fantástica, aunque no necesariamente consciente, de que no hay que renunciar a nada. Se trata de una posición infantil, pues el niño evita enfrentarse a sus limitaciones y posibilidades reales para no perder la ilusión de que lo puede todo.Decidir significa arriesgarse a fracasar; implica renunciar a algo en favor de lo que se desea; obliga a decir sí a unas cosas y a rechazar otras. Decidir es hacerse cargo de los deseos propios e intentar llevarlos a cabo. Para ello, hay que haber aprendido a ser libre y aceptar los efectos que nuestras decisiones provocan en nosotras mismas y en nuestro entorno.Las riendas de la propia vidaAprender a tomar decisiones es, en alguna medida, haber aprendido a vivir. La persona con capacidad para elegir se siente viva porque se sabe dueña de su historia personal.Hay dudas razonables que conviene tener en cuenta antes de tomar las decisiones más importantes.Pero cuando alguien, después de valorar los pros y los contras, toma una postura firme respecto a algo, significa que tiene una subjetividad bien asentada y que no está atado a ese tipo de inseguridades internas que a veces nos mantienen prisioneras de posiciones infantiles y pasivas.El "yo" del niño se cree omnipotente y por eso está convencido de que lo tiene todo, por lo que no es necesario decidir. La diferenciación entre quiénes somos y quién es el otro constituye un proceso de maduración psicológica que conduce a la autoestima y a la renuncia de la posición infantil y omnipotente, donde todo nos era dado y no teníamos nada que resolver.La subjetividad y la identidad se levantan sobre la aceptación de nuestras limitaciones y sobre el conocimiento de lo que debemos hacer para obtener lo que deseamos. Aprender a tomar decisiones está relacionado con aprender a ser adulto, tarea que nunca se termina de completar.El deseo de independencia- Las personas que toman decisiones sin miedos ni angustias se caracterizan por haber alcanzado una subjetividad firme y una maduración psicológica adecuada. Este proceso vital les conduce a desear su independencia.- Toman partido por lo que consideran justo y no temen aceptar compromisos con otros después de sopesar sus posibilidades y sus deseos.- Piensan que la opción que han elegido es la más adecuada. Por otra parte, si se equivocan son capaces de aceptar sus errores de buen grado.- Disfrutan del presente y no tienen miedo al futuro: confiar en el porvenir tiene mucho que ver con tener confianza en uno mismo.- Aceptan opiniones ajenas, pero no son determinantes en su decisión.- No suelen desconfiar de su pareja: confían en sí mismos y en su capacidad.- Se responsabilizan de sus decisiones porque se sienten dueños de su vida y creen que dominan, hasta cierto punto, sus impulsos y deseos. Si actúan, no es sólo porque tengan que hacerlo, sino también porque quieren hacerlo.- Soportan la crítica porque dependen más de su opinión que de la externa.