El equilibrio amoroso

El equilibrio amoroso

El amor nos provoca los mayores placeres, pero también los peores sufrimientos. ¿Es posible alcanzar un equilibrio que nos evite el desconsuelo? Para encontrar un punto en el que seamos capaces de disfrutar el placer de vivir junto a quien amamos y resolver los malestares que hallemos, conviene saber que el amado va a frustrarnos y que también nosotros le decepcionaremos en alguna medida.Para que la relación de pareja se mantenga en el tiempo, hay que saber superar las crisis, inherentes a la naturaleza del vínculo amoroso. Cuando se superan, la relación se vuelve más serena y firme. El psiquiatra J. D. Nasio enumera algunos aspectos fundamentales sobre los que se asienta este equilibrio. El primero sería el entendimiento sexual. Para Nasio, el secreto de una vida sexual satisfactoria depende de una armoniosa combinación entre la regularidad de las relaciones y los imprevistos y fantasías que alimentan el deseo. El segundo ingrediente sería la admiración mutua: hace falta que aquel al que amamos sea para nosotros el mejor en algo. Si el otro o la otra acepta nuestros fallos, es que nos quiere como somos, incluso con nuestras debilidades, de esta manera se ha convertido en el mejor compañero para nuestra vida.Probablemente, toda relación parte de una historia que inventamos en nuestra mente, pensaba Inma. Cuando conoció a Javier se hizo muchas fantasías acerca de cómo sería su relación. En la realidad, comenzó siendo una historia de amor apasionada y feliz, pero poco tiempo después no se soportaban. Cuando estaban alejados se echaban de menos. Cuando se reencontraban hacían el amor con rabia, pero cada vez era menos habitual. En un intento de recomponer la relación fueron a una psicoterapia de pareja y allí reescribieron su historia.Ella no sabía que la seducción que Javier había ejercido sobre ella provenía del deseo que en ella generaba un hombre tierno y cariñoso, pero también fuerte y viril. El padre de Inma era un hombre rudo e incapacitado para mostrar el cariño mediante palabras. Javier, en cambio, sabía utilizarlas. Poco después de conocerse, le recitó unos versos de una canción de Chavela Vargas: "Sin saber que existías, te deseaba. Y antes de conocerte, te adiviné. Y llegaste en el momento en que te esperaba, no hubo sorpresa alguna cuando te hallé". Estas palabras hablaban de ese saber inconsciente que el que se enamora siente y puede nombrar, señalando cómo el encuentro amoroso tiene algo de reencuentro. Ahora le sentía lejos de ella y había comenzado a verle sólo fuerte, pero insensible a sus necesidades. No se sentía querida, aunque más bien era ella la que no le quería tal como le veía ahora.

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