Tienen entre 25 y 35 años, son triunfadores, con buenos puestos de trabajo y una vida exitosa. Además son guapos, con cuerpos esculturales y, en principio, no les costaría nada llevarse nuevas conquistas a la cama. Sin embargo han decidido pasar del sexo. Se bajan del tren de la conquista y la seducción. Pasan del su sexualidad. Son los nuevos asexuales.
El sociólogo francés Jean Philippe de Tonnac acaba de identificar esta nueva «especie» en su libro «La revolución asexual». Abrumados por el bombardeo de imágenes sexuales, el culto al cuerpo perfecto y la búsqueda de un equilibrio personal a prueba de bombas (de todo tipo), los nuevos asexuales consideran que es posible llevar una vida normal sin sexo… y sin ganas de practicarlo. Y no por cuestiones morales o religiosas, sino por ausencia de deseo. “La asexualidad es una reacción defensiva frente al terrorismo del todo-sexual», explicaba Tonnac al diario Le Figaro”.
Del tabú al tótem. Si la educación rigorista y la sociedad biempensante de la posguerra provocaron la revuelta libertina de la época «hippie», ¿es la ausencia de límites en la sociedad de hoy la que ha generado el efecto inverso? Ésta es la tesis de quienes han estudiado la corriente antilibidinosa. «El sexo era tabú y ahora se ha convertido en tótem. Se ha pasado del secreto a la exhibición. El deseo siempre ha tenido que ver con una imposibilidad del deseo.
Esta cascada de imágenes a disposición ha conseguido apagarlo», prosigue Tonnac. Un estudio publicado este mes en el semanal de salud «OK» indica que un 33 por ciento de las mujeres transalpinas y un 16 por ciento de los hombres siente indiferencia hacia el sexo. Otro sondeo francés, elaborado en 2004, confirmaba estos datos: el 25 por ciento de ellas y el 15 por ciento de ellos vive a dos velas. Hasta aquí, nada nuevo.
Lo llamativo es que uno de cada cuatro siga el inclemente régimen sexual por voluntad propia. Extrapolando estas cifras, se puede afirmar que una de cada ocho personas es asexual por vocación. Los especialistas también detectan un aumento espectacular de hombres «en huelga» por motivos y temores hasta hace poco exclusivamente femeninos: «¿Estaré a la altura?», «¿me rechazará físicamente?». Un signo de la inversión, en la esfera íntima, de los papeles tradicionales y del aumento de la inseguridad en los hombres. «Las mujeres se han liberado en las relaciones amorosas y son cada vez más activas (…). Frente a esta nueva mujer, más exigente, muchos hombres pueden sentirse angustiados por su virilidad», analiza el filósofo francés Gilles Lipovetsky en su ensayo «La felicidad paradójica».
NO PUEDEN MÁS
Al margen de los asexuales vírgenes, que nunca han superado su pavor o simplemente carecen de libido, cada vez surgen más casos en los que la renuncia al contacto es una reacción impulsada por una ajetreada e inatisfactoria vida sexual. Tras el descanso para «airearse», algunos retoman el tren sexual, aunque ya no de alta velocidad. Otros, sin embargo, se apean definitivamente de la locomotora. «Muchos asexuales se sintieron sexuales durante la pubertad u otros periodos de sus vidas.
Lo importante para considerarse uno de nosotros es que en el momento presente no sientan atracción sexual por los demás», explica David Jay, estudiante californiano de 25 años. Harto de que le mirasen como a un bicho raro cuando confesaba no haber sentido atracción alguna por ningún sexo desde su nacimiento, Jay lanzó en 2001 una comunidad virtual (Asexual Visibility and Education Network, www.asexuality.org) que reivindica 6.000 miembros y se ha convertido en la referencia en internet para personas asexuales. Estos grupos, que nacieron en Estados Unidos, ya han cruzado el Atlántico y empiezan a aflorar en todo el globo. Sólo en la página de asexuality pueden encontrarse grupos de los cinco continentes: de Nueva Zelanda a Italia, de Canadá a Singapur, de Suecia a Argentina. Su intención es explicar a quienes se sienten así que su situación tiene un nombre y no es consecuencia de ninguna disfunción, y también servir de punto de encuentro. «En un mundo en el que la sexualidad ha sido elevada al rango de norma», precisa David Jay en su página de internet, «muchos asexuales crecen pensando que están enfermos o tienen alguna deficiencia».
CANSANCIO SEXUAL
Vincenzo Gentile, presidente de la Sociedad Italiana de Andrología, opina que la «abulia sexual» afecta hoy en día a uno de cada tres hombres en la fogosa península. «Es una tendencia que evidenciamos hace tiempo. De la impotencia entendida como disfunción eréctil hemos pasado a este fenómeno de cansancio sexual», explica Gentile al diario «La Repubblica». El experto italiano considera que «la precocidad de las relaciones sexuales» y la «liberalización de las costumbres» motiva que personas cada vez más inmaduras se sientan perdidas ante una relación que enhebra el sexo y «una relación afectiva profunda». «De ahí nace ese descontento sexual», opina Gentile.
Este experto se refiere a quienes terminan por convertirse en asexuales como consecuencia de un rechazo, un miedo o una presión. La despersonalización de la vida diaria contribuye a fomentar comportamientos del primer tipo, en los que el vértigo del contacto con el prójimo es cada vez mayor. Las nuevas formas virtuales para relacionarse, como los chat de internet o el móvil, cavan una trinchera mayor (y más difícil de saltar) entre los estímulos y la realidad. Aunque haya «e-ligones» que usan las nuevas tecnologías sólo para concertar citas, muchos prefieren no arriesgarse a quebrar la imagen ideal que se han construido tras el biombo onírico de la pantalla.
Con mensaje. Entre quienes obvian el sexo con otros (la masturbación entra dentro de los comportamientos asexuales) por preferencia, cabe una subdivisión: quienes creen en las relaciones sentimentales y opinan que el placer puede encontrarse por diferentes vías, y quienes ni siquiera conciben la existencia de la pareja. El aborrecer el contacto íntimo no supone que se trate de personas solitarias o asociales.
Al contrario, muchos explican que la ausencia de relaciones les permite un mayor tiempo de disposición con los demás. Eso sí, uno también puede tomarse la asexualidad con humor y llevarlo a gala en sus camisetas, como lo demuestra el repertorio de artículos a la venta en asexuality.org. Desde los lemas «clásicos» («Sexo no, ¡por favor!» o «Todos saben que soy asexual») adornando la pechera, a eslóganes más chocantes: «Ya no sólo las amebas son asexuales». Una demostración de normalidad: un americano asexual piensa en el marketing como otro cualquiera.