Los comportamientos sexuales han evolucinado, al igual que lo ha hecho la sociedad. La relación de pareja también ha cambiado y la libertad de cada uno no perjudica la vida en común, más bien la enriquece. Pero, en la sexualidad, ¿hasta dónde puede llegar esa libertad dentro de la pareja? Desde el punto de vista de la psicología, la sexualidad siempre tiene en cuenta al psiquismo y, por lo tanto, al mundo inconsciente. Tanto en el sexo como en el amor, funcionan multitud de enlaces y determinaciones que no conocemos, pero por los que somos empujados, casi sin dominio alguno por nuestra parte. Ese empuje es el que nos hace disfrutar con nuestra pareja. Ahora bien, cuando la excitación sexual es provocada por actos capaces de dañar la estima o el cuerpo del otro, la relación comienza a correr riesgos. En el terreno de la sexualidad, como en el resto de nuestra vida, la libertad termina donde comienza la del otro. Cuando una práctica sexual choca con el pudor de uno de los miembros de la pareja, el rechazo se instala dentro de esa relación. Por encima de todo hay que tener en cuenta las decisiones del otro y las propias, lo que se traduce en no someter ni someterse a aquello que no produce placer.La psicóloga Maryse Vaillant afirma que todo puede funcionar si los dos miembros de la pareja están implicados en lo que hacen y lo ejecutan desde su deseo. Pero, sobre todo, si ninguno de los dos es el esclavo o el objeto del otro o de su fantasía. Las fantasías deben corresponderse.Ahora bien, conviene no confundir la fantasía con la realidad, pues lo que imaginamos, por lo general, no existe para ser realizado. Sirve fundamentalmente para aprovechar la excitación que provoca. Mejor, con amor. Una de las cosas que más influye en el malestar sobre la vida sexual es que se la juzgue como aburrida o repetitiva. La exigencia de actuar y tener resultados pesa sobre la relación y la deteriora, probablemente porque se ha aceptado universalmente la idea de que el sexo es el cimiento de la pareja, sin tener en cuenta que es el amor lo que mantiene el encuentro erótico en la mejor posición para que la pareja se mantenga en el tiempo. El psicoanalista J. D. Nasio afirma que el amado "es ese genio que me da alas y me las quiebra a la vez", refiriéndose a que amar a otro siempre tiene el límite de no hacerle daño con nuestras actuaciones.El malestar se instala en la pareja cuando sus miembros comienzan a obsesionarse respecto a esas pretendidas normas que intentan encorsetar la sexualidad en cantidades mensurables. Vivimos en una sociedad de consumo, que ha impuesto también un sexo de consumo. La publicidad utiliza la sexualidad para vender lo que sea. Es una sociedad adolescente en la que la gente, al igual que los que aún no son adultos, está a la búsqueda permanente de sensaciones fuertes y de encontrar límites a sus pulsiones. Ante esta situación conviene apropiarse de la sexualidad, tomar de ella lo que es bueno para la pareja.