Desde lo más remoto de los tiempos, la cualidad de la valentía ha hecho correr ríos de tinta a filósofos y escritores. Todas las culturas la ensalzan, y en los mitos fundacionales de muchas de ellas aparece como paradigma la figura humana o divina del héroe valiente. Es ésta una imagen de la valentía épica, grandiosa, formidable, tan arraigada en el imaginario de personas y sociedades que ha atravesado invariable las épocas hasta seguir haciéndose presente hoy en infinidad de cómics, películas, obras literarias y videojuegos. Sin embargo, el auténtico valor no suele librar batallas contra gigantes fabulosos ni tiene mucho que ver con ese tipo del bravucón temerario tan presente en las pantallas.Si admiramos a esta clase de personajes de ficción es porque normalmente tendemos a ser todo lo contrario: apocados, cobardes, falsos. Como nos falta valentía, idealizamos a esos seres que no conocen el miedo ni se arredran ante ninguna circunstancia, por espantosa y difícil que sea. Ellos encarnan nuestros sueños de una condición sobrehumana que nunca alcanzaremos. Pero ¿la valentía es eso realmente? Basta con acercarse a la tradición del pensamiento occidental para comprobar que no. La mayoría de los grandes filósofos que se han interesado por el tema ¯desde Platón o Séneca hasta Nietzsche o, más modernamente, Jankèlèvitch¯ consideran que el valiente («el que más vale, el que es fuerte», etimológicamente hablando) no es el inmune al miedo, sino quien, teniéndolo, sabe vencerlo. Los actos de valentía requieren el concurso de virtudes como la fuerza de voluntad, la perseverancia, la convicción, la diligencia o el sentido del deber, entre otras. De otro modo, muchos criminales serían tan valientes como los grandes héroes, pues al cometer su crimen actuaron sin miedo a los peligros o a las consecuencias.Existe una valentía que no apunta a las grandes proezas, sino a los pequeños actos de coraje del día a día. Entre los millones de personas que cada mañana se dirigen a su trabajo hay un número considerable de valientes. Unos lo son porque van a cumplir con su deber aunque ese día estén enfermos. Otros, porque han sufrido un revés emocional que los ha derribado y sin embargo han sido capaces de levantarse y seguir adelante. Otros, porque les espera un empleo incómodo y pese a ello son capaces de continuar con él para mantener a los suyos. Y, por si fuera poco, a algunos les considerarán cobardes ya que no han tenido las agallas suficientes para quedarse en casa. La valentía es una cualidad lenta y constante que se manifiesta cuando alguien es capaz de enfrentarse a los desafíos cotidianos, y no en los arrebatos instantáneos de rebeldía ruidosa, de intrepidez espectacular, de bizarría novelesca.La fortaleza del auténtico valiente se revela no sólo en las ocasiones de peligro, sino ante el abatimiento, la pobreza, la enfermedad, la incomprensión, el desánimo y otros tantos y tantos inconvenientes que la vida nos pone en el camino Atreverse a afrontar la realidad agarrando el toro por los cuernos, sin autoengaños ni subterfugios para esquivarla, es un acto de coraje mayor que cualquier hazaña bélica inspirada por el delirio de grandeza. Ya lo avisó Castiglione en sus recomendaciones de "El Cortesano": «Es en las pequeñas cosas y no en las grandes donde se suele conocer a los valientes».Y entre esas pequeñas cosas la principal es el propio yo. A veces hace falta un valor infinito para aceptarse como se es, con nuestros límites y defectos, y a partir de ahí medir las posibilidades de acción en cada caso. Como explica el filósofo Ángel Gabilondo en su reciente libro "Alguien con quien hablar" (Aguilar, 2007), «no se trata de bastarse, de considerarse autosuficiente, ni de estar sobrado, ni de sentirse completo […] Es cuestión de ser cabal, lo que caracterizamos como ser alguien de una pieza, no un arrogante satisfecho». A medida que nos hacemos mayores nos damos cuenta de cómo escasea esta forma de entereza moral. Porque el valiente -es decir, el "entero"- nunca presume de sus esfuerzos, sino que los lleva a cabo sin pedir una ovación por ello.