Es probable que conozcas a alguna de esas personas que siempre se están quejando, esas que se molestan cuando llueve y también cuando está soleado, cuando hace frío y también cuando hace calor, cuando están solas y cuando están acompañadas. O peor, no sólo conoces a algún quejumbroso, sino que perteneces al club de quienes nos quejamos de todo.
Existen millones de razones por las que las quejas no conducen a nada, son un hábito inútil. Entonces, ¿por qué esa manía de aquellos que nos quejamos todo el tiempo?
- Insatisfacción. Quizá no has encontrado o no logras ver esas razones que le dan sentido a la vida.
- Hábito. A menudo la queja es un comportamiento heredado de los padres. Estas personas asumen los lamentos como parte de su comunicación y no conciben una conversación sin ella. En algunos casos la manía de quejarse es tan extrema que, si no lo hacen, simplemente no sabrían cómo romper el hielo o de qué hablar.
- Egocentrismo y falta de empatía. Los quejumbrosos dan por descontado que merecen más que las otras y, cuando no lo obtienen, se quejan. No son capaces de ponerse en el lugar de los demás y comparar porque su egocentrismo se los impide. Para estas personas, llueve porque el universo está en su contra y hay crisis porque Dios (que no tiene más nada que hacer) ha decidido contrariar sus planes.
¿Por qué las quejas no son la solución?
- Te inmovilizan. Quejarse implica asumir el papel de víctima, despojarse del control y ponerlo en una entidad externa, quedarse inmóvil al borde del camino, lamentándose por lo ocurrido mientras las personas a su alrededor, que quizás han vivido la misma situación, se recomponen y continúan adelante.
- Son un agujero negro por donde escapa la energía. Lamentarse por los errores del pasado, por las oportunidades que no se aprovecharon o por los problemas del presente solo consume energías inútilmente. La queja implica una focalización en los aspectos negativos mientras que lo que necesitamos para avanzar es precisamente lo contrario: centrarnos en los aspectos positivos.
- Generan un estado de ánimo muy negativo. Todos los sucesos entrañan aristas positivas y negativas, centrarse en las limitaciones, los daños, la incomodidad y los fracasos solo generará frustración, tristeza e ira.
- Impiden buscar soluciones. Como estas personas no son capaces de apreciar el aspecto positivo de los hechos, se quedan regodeándose en la pena. No son capaces de sacarle provecho a las situaciones y aunque la fortuna tocase a su puerta, no podrían verla y aprovechar la oportunidad que les brinda.