La ciudad altiva

La ciudad altiva

El viaje de tu vida puede estar a la vuelta de la esquina. Destierra de tu mente la idea de que todo lo transfronterizo tiene más que ofrecerte. Segovia, sí, esa ciudad de la que te separan pocos kilómetros puede rivalizar con muchas ciudades y salir ganando. Atrévete a descubrirla.Más allá del Acueducto y el Alcázar, templos románicos, bellas plazas ajardinadas y magníficos palacios explican la razón de que esta pequeña capital castellana sea Patrimonio de la HumanidadA mil metros de altitud, encaramada sobre un escarpe rocoso, Segovia, la afilada proa del Alcázar, navega sobre las ondulaciones del campo pardo. Desde esas alturas, expone a la contemplación pública las almenas de su muralla, las torres de sus iglesias y el apiñado caserío rojizo que se asoma hacia las vegas.El Eresma y el Clamores tienen un papel clave en la fisonomía urbana. Sus aguas escondidas labraron los muros sobre los que el hombre levantó nuevas defensas y más protecciones con el paso de los años y de los propios siglos. Y regalan paseos tan inolvidables como el de la ribera del Eresma a la luz del atardecer. Ya desde la Edad Media se instalaron en estas afueras, protegidas por las estribaciones de la sierra de Guadarrama, iglesias y conventos, arrabales, molinos de harina y lavaderos de lana.La caminata por la Alameda del Parral, con la ciudad en lo alto, nos permitirá asomarnos a los barrios de San Lorenzo y San Marcos, ambos centrados en sus iglesias románicas; al monasterio del Parral, con su torre rematada por puntillas y sus magníficas vistas hacia el conjunto amurallado; a la enigmática iglesia templaria de la Vera Cruz, aislada sobre un pequeño promontorio; al convento de los Carmelitas que fundó San Juan de la Cruz aquí enterrado, y a la chopera, ahora amarilla, tras la que se oculta el santuario de la Fuencisla.El plano de la Segovia intramuros tiene forma de almendra. En los extremos se levantan sus monumentos más conocidos, el Acueducto y el Alcázar, que, junto con el impresionante conjunto de iglesias románicas, le han valido el título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Con sus 728 metros de longitud, 116 de arcos y una altura de casi treinta metros en la zona central, el Acueducto es una obra tan colosal como sobrecogedora. Haberlo visto tantas veces en fotografías no le resta un ápice de grandeza cuando se contempla en realidad. Mirando sus sillares enormes, al pasar bajo sus arcos, junto a los pilares gigantescos que se clavan en el pavimento, todo lo que le rodea parece cosa de niños.La plaza de Azoguejo, donde se encuentra Casa Cándido, monumento de la gastronomía segoviana, ofrece nuevas y variadas perspectivas del Acueducto; no hay que perderse ninguna. Se puede iniciar la exploración de la ciudad subiendo desde el Azoguejo por la calle Cervantes, que se prolonga en la de Juan Bravo, principal arteria peatonal y comercial de Segovia, o bordeando la muralla por la calle de San Juan.

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