La Valetta, la capital de la isla, es una ciudad turística que vale la pena saborear, tanto si se accede a ella a través del mar con sus numerosos barcos de recreo y cruceros que la abarrotan, o desde el interior. Surgida tras el Gran Asedio Turco de 1565 -Carlos V había donado la isla a los caballeros de la Orden en 1530-, La Valetta se benefició de la pujanza de estos caballeros que levantaron en ella palacios, iglesias, albergues y otros edificios nobles que convirtieron a la isla en la principal entrada de la Cristiandad Occidental.En el recorrido por La Valetta, además de disfrutar de sus calles empinadas, hay que disfrutar de la vista del Gran Puerto desde los Altos Jardines de Barracca, o de la Fortaleza de San Elmo y el Hospital de los Caballeros, donde todavía se puede apreciar el espacio que tenían los heridos o los enfermos dentro del edificio, o del siempre concurrido Palacio del Gran Maestre, actual sede del Gobierno, con su brillante colección de armaduras. Pero, quizás, el edificio que impone más al visitante es la Catedral.La Concatedral de San Juan, construida entre 1573 y 1577, asombra al que se acerca a su interior por su estallido de color, oro y los complicados diseños que la adornan en un remarcado estilo barroco.Tras la visita de La Valetta, después de dar una vuelta en barco por el mar para conocer mejor su visión desde el agua, hay que acercarse al centro de la isla para conocer Mdina, la antigua capital de los caballeros. Conocida como la "Ciudad del Silencio", vale la pena vagar por sus estrechas y ensombrecidas callejuelas para desembocar en las plazas, siempre soleadas y amplias adornadas con imágenes religiosas sagradas. Si se dispone de un poco más de tiempo, una parada muy recomendable es el Palazzo Falson. Se trata del segundo edificio más antiguo de la ciudad amurallada y hoy está ocupado por un museo repleto de interesantes colecciones artísticas y de costumbres históricas, así como objetos curiosos como un llamativo reloj de la época napoleónica que marca solo diez horas en su esfera. Tampoco se puede abandonar la ciudad sin disfrutar del mirador de Bastión Square, desde donde se divisa la cúpula dorada de Santa María de Mosta. Solo las de San Pedro (El Vaticano), Santa Sofía (Estambul) y Abijan (Costa de Marfil) la superan en tamaño. En su sacristía se exhibe la bomba que atravesó la cúpula en 1942 y rebotó dos veces en las paredes del interior del templo.