Es privilegio de trotamundos y ganaderos ver una manada salvaje de caballos galopando a sus anchas por la sierra gallega.Ya en la Edad de Bronce andaban los gallegos empeñados en domar las "bestas". Con toda una historia a sus espaldas, la tierra guarda celosa el secreto de una tradición que, al llegar el mes de junio, cabalga en todos los destinos de esta voluptuosa geografía."A rapa das bestas" es un peculiar rito permite a los "aloitadores" demostrar su habilidad intentando cortar las crines a los caballos. El festejo, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI, es la ocasión para que los niños locales se inicien en la juventud agarrando a un potro ante miles de visitantes.La cita es en el curro, recinto tradicional al cual los propietarios bajan las caballerías, que se reúnen y se separan el día anterior al gran momento. En ese mismo escenario se produce el enfrentamiento, en el que los ganaderos más expertos (agarradores), con las manos vacías, luchan con la bestia hasta lograr reducirla para marcarla y rapar sus crines. El forcejeo se convierte en una fiesta. Como colofón, el combate se hace en romería que festeja por todo lo alto el control sobre el animal.Los curros se esconden en las montañas del norte y el centro de Galicia, salpicados por los macizos cercanos a las costas de La Coruña y Pontevedra. Esta última provincia acapara el mayor número de celebraciones, al contrario que la de Ourense.En algunos lugares, incluso, la celebración ha traspasado fronteras. Este es el caso del curro de San Lorenzo de Sabucedo, en A Estrada, que ha sido declarado festejo de interés turístico nacional. Una de sus más llamativas características es el recinto, construido en piedra, que permanece intacto desde hace varios siglos. En Viveiro, el curro de Candaoso reúne cada año a centenares de personas, al igual que sucede en A Capelada (Cedeira) y en el de Campo do Oso (Mondoñedo). En este último, además, se ha realizado un recinto cerrado específico de tela metálica y madera, algo diferente a los curros más tradicionales.También destaca el curro que se halla en una de las laderas del monte Galiñeiro (750 metros), zona de esparcimiento desde la que se divisa todo el Val Miñor y en la que se conservan varios petroglifos. Precisamente las marcas de los hierros con que se identifica a los caballos guardan semejanza con aquellos dibujos hechos por los ancestros en las rocas. En este mismo ayuntamiento tienen lugar también los curros de Galiñeiro y San Cipriano.En torno a la rapa das bestas se organiza una auténtica romería que la convierte en una manifestación claramente festiva. Suele haber rapa en el mes de junio. Pero en julio y en agosto se reparten por diferentes aldeas y pueblos de Galicia. Todo un espectáculo para disfrutar de una de las tradiciones gallegas más ancestrales.Para quienes no puedan disfrutarla, entre junio y agosto, todos los fines de semana hay algún municipio que celebra su propia rapa das bestas, un rito ancestral que se ha convertido en espectáculo de interés turístico.