Ya que averiguaste qué tipo de piel es el tuyo, ahora es momento de saber qué tipo de cabello tienes para saber cómo tratarlo.
Cabello graso y mixto: Produce más sebo del que debería, y por ende, debe ser lavado con mayor regularidad y con productos suaves que eviten esa sobrecarga. Este tipo de cabello suele tener las raíces grasas, pero el resto es normal o, en ocasiones, seco.
Cabello seco: No produce suficiente grasa, lo que lo hace frágil y quebradizo, especialmente si está en contacto con tintes, permanentes y productos de moldeado con calor (secador, plancha o rizador). Suele ser bastante elástico a pesar de su condición. Para tratarlo pueden servir mascarillas hidratantes o aceites esenciales como el de almendras o el de jojoba, así como también la realización de masajes que activen la circulación sanguínea.
Cabello grueso: Es más fuerte y resistente; puede necesitar productos más fuertes si queremos observar resultados.
Cabello fino: Es un cabello muy delicado, que absorbe mejor todos los tratamientos químicos, pero también recibe más daño por parte de los mismos. En general los cabellos finos son lacios y grasos, con poco volumen.
Cabello lacio: Es fuerte y tiende a ser grasoso, aunque es muy resistente al daño.
Cabello ondulado: Es bastante grueso y tiende a esponjarse con facilidad.
Cabello rizado: Es suave y fino, aunque al no tener una cutícula lisa es muy difícil que brille y en los días de humedad se esponja mucho.
Cabello afro: Es muy rizado, se rompe con facilidad y no brilla aunque esté sedoso. Al ser tan frágil, es muy difícil que crezca.
¿Qué tipo de cabello tienes?