El nuevo rey de España, Felipe VI, fue proclamado el jueves en una ceremonia en el parlamento que fue deliberadamente austera, a tono con una época de dificultades económicas y una monarquía que ha visto manchada su reputación.
Felipe formuló un juramento de fidelidad a los principios democráticos frente a los legisladores, quienes exclamaron, “¡Viva el Rey!”.
Aunque el monarca posó junto a una corona del siglo XVIII y un cetro del siglo XVII, las autoridades evitaron deliberadamente una ceremonia de coronación opulenta, en vista de las penurias económicas que padecen muchos españoles luego de una doble recesión.
Con todo, las aclamaciones de la multitud y el boato sirvieron de distracción tras la eliminación de la selección española del Mundial de fútbol de Brasil al ser derrotada por Chile, lo que echó por tierra sus esperanzas de ganar el título por segunda vez consecutiva.
Horas antes, en su primer acto oficial desde que ascendió al trono pasada la medianoche, Felipe recibió la faja roja de capitán general de las Fuerzas Armadas de su padre Juan Carlos, quien firmó la abdicación a favor de Felipe el miércoles.
“Tenemos un gran país; somos una gran nación, creamos y confiemos en ella”, dijo Felipe en la ceremonia de juramentación.
El nuevo rey reconoció la necesidad de restaurar la imagen de la monarquía luego de una serie de escándalos.
La institución se estremeció hasta los cimientos cuando Juan Carlos participó de una cacería de elefantes en Botsuana, un safari de lujo en momentos que los españoles sufrían penurias financieras, y cuando su hija menor, Cristina, fue obligada a declarar en un caso de lavado de dinero y fraude en el que está involucrado su esposo Iñaki Urdangarín, un medallista olímpico de balonmano convertido en empresario.
Finalizó su discurso pronunciando un “muchas gracias” en catalán, vasco y gallego, las lenguas de regiones donde muchos aspiran a una mayor autonomía, cuando no directamente a la secesión.
Tras un breve desfile militar, Felipe y su esposa, la reina Letizia, recorrieron Madrid en un Rolls Royce descapotado, con el rey de pie. Finalmente salieron al balcón del palacio real a saludar a la multitud. Las hijas de la pareja, las infantas Leonor, de ocho años, y Sofía, de siete, los acompañaron en todo momento.