Cada año, más de 8 millones de mujeres abortan en el mundo y la cuarta parte son menores de edad.
Sandra Vázquez es ginecóloga, tiene 51 años y desde hace 23 años trabaja en el Servicio de Adolescencia del Hospital Argerich, el primero que implementó en 2004, una oficina que se dedica a la atención especial para mujeres en situación de aborto. Cada semana llegan de tres a cuatro chicas, que se encuentran entre los 10 y los 21 años, que quedaron embarazadas y necesitan ayuda.
Lo que sabemos es que la mujer que está decidida a interrumpir el embarazo, lo va a hacer tenga o no la ley a favor. Nosotros tratamos de respetar la decisión autónoma de la paciente, sea cual fuere, sin juzgarla. Por ejemplo, si viene una adolescente embarazada de 15 semanas, le explicamos que cualquier cosa que haga va a implicar un riesgo para ella, y le hablamos de otras opciones, como puede ser dar en adopción al bebé. Si nos dicen que se van a poner una sonda, les advertimos el peligro que ese método implica. Y cuando llegan con el dato de la medicación, lo que hacemos es orientarlas para que utilicen la dosis adecuada, y no hagan tonterías, aseguró la doctora.
La medicación de la que habla la doctora Vázquez es el misoprostol, una droga indicada para el tratamiento de las úlceras gástricas que sirve también para inducir contracciones uterinas. El uso de esta pastilla como método abortivo se convirtió en una tendencia en los últimos años, sobre todo entre las adolescentes. Tanto, que cambió la incidencia de atención en los hospitales públicos: disminuyeron las infecciones y hemorragias graves por abortos provocados y aumentaron los casos de mujeres que van al hospital para que les completen el proceso iniciado con ese remedio.
Las redes sociales y el boca a boca difundieron masivamente las propiedades del misoprostol. Es un medicamento que no está autorizado para uso obstétrico y que nosotros no indicamos, ni tampoco recetamos, pero la realidad es que las mujeres lo consiguen y lo compran. Ante eso, lo que hacemos es brindar información cuando una paciente dice que lo va a utilizar; información científica que figura en las guías de la Organización Mundial de la Salud y la Federación Latinoamericana de Obstetricia, agregó.