Fue en 1907 cuando Pierre Poiret creó una de las mayores obras de ingeniería que se conocen. En su taller parisino compuso un armazón manipulando alambres finos, que utilizó como aros, y telas sedosas.Y así alumbró el primer sujetador. De sus manos nacía una de las prendas más populares -e imprescindibles- de cualquier armario femenino.Una mujer de la alta sociedad estadounidense, Mary Phelps Jacob, aburrida y harta del maldito corsé se decidió a lucir en una fiesta un modelo muy escotado con el diseño aún no patentado de Poiret. Mary Phelps brilló como ninguna otra de las asistentes al evento. El secreto estaba en el interior. Un rudimentario sujetador sin espalda creado con dos enormes pañuelos blancos entrelazados por una cinta estrecha y sujetos por un cordón realzaba su busto. Tras salir airosa de aquella fiesta, comenzó a labrarse una gran fortuna con su "brassier".Peso, volumen y gravedadEl diseñador barcelonés Andrés Sardá, uno de los creadores de ropa interior más prestigiosos de Europa, compara la fabricación del sostén con "una obra de ingeniería". En su diseño influyen tres variables: el peso, el volumen y el efecto de la fuerza de la gravedad de las mamas. El primer requisito, considera Sardá, es que esté bien equilibrada tanto la distancia entre los pechos como la altura del peto, que es la parte que une el busto y de donde salen los tirantes que deben garantizar "una adecuada sujeción" de la espalda para evitar cargar el peso sobre los hombros. "Es la búsqueda de la armonía", subraya. ¿Con qué fin? No tanto estético como saludable.Cuando el excéntrico magnate Howard Hughes encargó a un ingeniero de su compañía aeronáutica que diseñara para la actriz Jane Russell un sujetador de 55 piezas inspirado en el famoso puente Golden Gate de San Francisco, la artista de pechos prominentes irradió una felicidad incontenible: "La mayoría de las mujeres -se explayó- soñamos con unos pechos como misiles y emergentes". Pero llevar un sujetador inadecuado, bien por la talla o por la copa, no es una cuestión baladí. Migrañas, cefaleas, irritaciones cutáneas y, sobre todo, dolores de espalda son con frecuencia causados por un uso incorrecto de esta prenda.Sin embargo, pese a que los corsés apenas dejaban respirar a las mujeres de la primera mitad del siglo XX, el sujetador tardó tiempo en hacerse un hueco en sus armarios. Como las bragas, su uso se generalizó al término de la Segunda Guerra Mundial. En los años treinta, los incómodos aros de acero que tanto oprimían el pecho fueron desapareciendo y empezaron a confeccionarse los primeros sujetadores con gomas elásticas. Además, la seda comenzó a compartir protagonismo con el nylon.Sostenes a la hogueraCon o sin copas, con tiras, lisos… esta prenda vivió décadas de gloria y se convirtió en un arma de seducción y liberación hasta los años sesenta, en que adquirió otra dimensión y se transformó en un símbolo de sumisión en las manifestaciones feministas, que lo veían como una atadura al servicio de los caprichos del hombre. Con una espectacular caída de ventas, su futuro parecía en entredicho. París y Nueva York fueron los escenarios escogidos por las jóvenes hippies para despojarse de los sostenes y echarlos a arder a las hogueras reivindicando una auténtica libertad sexual.Pero aquellas protestas no desalentaron a Ida Rosenthal, una empresaria judía que revolucionó el mercado. "Vivimos en democracia, así que toda persona tiene derecho a vestirse o desvestirse", reconoció. A partir de los treinta y cinco años, advirtió, la mujer"no tiene figura para prescindir del sujetador. El tiempo corre a mi favor".Acertó en sus pronósticos. Salvado de aquellas quemas, el sujetador cobró nuevos bríos. Arrasó el "wonderbra", que separa y eleva los pechos; los reductores representan ya el 5% del mercado; la empresa valenciana Little Kiss ha llegado a lanzar modelos con estampados fluorescentes que se iluminan en la oscuridad y rellenos de agua -"water-kiss"-, que aumentan el volumen de los senos y provocan una sensación y tacto más natural; el "night-bra" previene las arrugas del escote; el "pumetrex" incorpora una válvula que mide los latidos del corazón, y la última "locura" de la firma Sardá son sostenes diminutos con un "adorno pezonera"… Modelos para todas las tallas y gustos para vencer a la ley de la gravedad de forma elegante, como deseaba Mary Phelps. En ello anda el sujetador desde hace ya cien años.