La burgalesa Amaya Arzuaga es de las que escogen el camino del riesgo. Esta vez aplicó abundante pelo de caballo a vestidos y faldas, "que son más que una ornamentación para convertirse en pieza clave" de la colección, enfatiza. Su apuesta está enfocada a la tecnificación de tejidos, de manera que la seda se plastifica hasta dar un aspecto de plástico o fino cuero. El mismo elemento se acolcha con puntadas a mano y se adorna con rollos de punto. Por lo demás, sigue empleándose a fondo con el juego de volúmenes, con faldas abombadas, pliegues, pinzas o capas. Algunas en fucsia, son mínimas.