El amor eterno, pregonado por infinidad de canciones y poemas, se sustenta en razones que van más allá de lo romántico, y se basa en cuestiones neurobiológicas y evolutivas, dijo Rodrigo Pedroza, científico responsable interino del Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Iberoamericana.
En un comunicado, el especialista en ciencias biomédicas explicó que: Cuando una persona está enamorada se desencadena una cascada bioquímica impresionante que cambia completamente la percepción y los sentimientos de la persona”.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2011, detalló, que las personas privilegian las relaciones largas: 35.4 por ciento de las mujeres de 15 y más años casadas o unidas han tenido relaciones de noviazgo de un año, y 22.4 por ciento, de dos años.
El experto de la Ibero estableció que el enamoramiento involucra la producción de un cóctel de sustancias en la región del hipotálamo en el cerebro e incluso se pueden distinguir dos fases en el enamoramiento.
Expuso que en la primera hay una gran liberación de dopamina, neurotransmisor responsable de la sensación de euforia y que se manifiesta a nivel biológico cuando se experimentan sensaciones placenteras.
También se libera cortisol, debido al estrés y ansiedad que experimenta el enamorado, además aumentan los niveles de testosterona en las mujeres, efecto que las desinhibe, y en los hombres disminuyen, lo cual les permite enfocarse en una sola pareja.
En ese sentido, aseguró, el enamoramiento a nivel cerebral se comporta como una droga: “Por ejemplo, cuando una persona se mete cocaína se activan los mismos circuitos que cuando una persona está enamorada. Claro, de formas diferentes, entendiendo que la cocaína es un estímulo bioquímico aberrante, pero los mecanismos son los mismos”.
En la segunda fase ocurre algo interesante, puntualizó, mientras las otras sustancias disminuyen, hacen su aparición la vasopresina y la oxitocina, que permiten la creación de lazos entre los individuos, y dan la sensación de seguridad, lo que transforma al enamoramiento en amor estable.
“Lo curioso de estas hormonas es que van a mantener elevados sus niveles conforme pasa el tiempo y nosotros seguimos unidos a una pareja determinada”, comentó Pedroza.
Asimismo explicó que la vasopresina y la oxitocina interactúan con sistemas dopaminérgicos de placer y recompensa, es decir, van a hacer que las personas mantengan relaciones monógamas con el pasar del tiempo y, si hay una verdadera compatibilidad en la pareja, los niveles de ambas sustancias se mantendrán constantes.
Sin embargo, es posible que una persona ame a su pareja, y pueda “enamorarse” de terceros, al buscar la sensación placentera que la dopamina en la primera fase, aseveró.
A pesar de que no existe una respuesta definitiva en la comunidad científica sobre la naturaleza del ser humano como polígamo o monógamo, según Pedroza, existen pruebas neurobiológicas que justifican la monogamia del ser humano como una herramienta evolutiva.
El amor es un subproducto precisamente de mecanismos que nos permiten aparearnos para mantener la especie.
“Parece ser que el amor es un refinamiento cognitivo-evolutivo de aquellos mecanismos que nos permiten buscar a quien creemos que es la mejor pareja para pasar nuestros genes”, aseveró.