El ejercicio físico podría ayudar a las mujeres a curarse el cáncer de mama. De acuerdo con un estudio reciente, alivia el dolor de articulaciones y músculos provocado por los medicamentos, y que lleva a las pacientes a dejar de tomar estas drogas que pueden prevenir un cáncer o evitar su reincidencia.
Se trata del primer ensayo importante de un programa de ejercicios para mujeres que toman inhibidores de aromatasa. Las píldoras bloqueadoras de estrógeno, que se venden como Femara, Aromasin y otras marcas, son recomendadas para tomar durante cinco años después del tratamiento inicial de tumores provocados por las hormonas, el tipo más común de cáncer de mama.
Estas píldoras se usan cada vez más para ayudar a prevenir el cáncer de seno en pacientes de alto riesgo debido a la historia familiar, la presencia de genes cancerígenos u otras razones. Otro estudio halló que uno de estos medicamentos anastrozole, vendido con la marca Arimidex y en forma genérica reduce el riesgo en 53%. Es el segundo inhibidor de aromatasa que se ha demostrado reduce el riesgo en esa proporción.
A pesar de su efectividad, muchas mujeres descartan estas drogas porque causan dolor, calores y otros efectos colaterales.
En el estudio con ejercicios participaron 121 mujeres posmenopáusicas que tomaban diversos inhibidores de aromatasa para tratar el cáncer de seno y sufrían dolores en las articulaciones.
La mitad de ellas realizaron dos sesiones de entrenamiento supervisadas por semana y además al menos 150 minutos semanales de ejercicios aeróbicos. El resto recibió información sobre los beneficios de hacer ejercicio mientras continuaba con sus actividades habituales.
Después de un año, el dolor disminuyó en un 20% entre las que hacían ejercicio y 3 % en las demás. Las primeras también registraron una disminución en la gravedad del dolor y la interferencia de éste en su vida cotidiana.
El grupo que realizaba ejercicio mostró mejoría en su estado cardiorrespiratorio y reducción de peso: de casi cuatro kilos (ocho libras), comparado con un leve aumento en las otras. El 80% continuó hasta el final con el programa, facilitado por el acceso gratuito a un gimnasio y entrenador personal.
El Instituto Nacional del Cáncer financió el estudio, dirigido por Melinda Irwin del Centro Oncológico de Yale y la doctora Jennifer Ligibel del Instituto Oncológico Dana-Farber de Boston.
El doctor Eric Winer, jefe de cáncer de mama en Dana-Farber, dijo que los resultados ayudarían a más mujeres a seguir tomando los medicamentos.
“Mucha gente dirá, ‘si tiene muchos efectos colaterales yo no lo tomaré’. La verdad es que no todas sufren los síntomas. El ejercicio podría ser una solución”, acotó.
El otro estudio, dirigido por el doctor Jack Cuzik de la Universidad Queen Mary de Londres, ensayó el uso de anastrozole para la prevención de cánceres de seno primerizos. Casi 4.000 mujeres recibieron la droga o un placebo y el 70% siguió tomándolas durante cinco años, un poco menos que el grupo placebo.
Después de ese período, 40 mujeres que tomaron anastrozole sufrieron cáncer de mama comparado con 85 del otro grupo, una reducción del riesgo de 53%. Esto es comparable con los resultados obtenidos con otro inhibidor de aromatasa exemestane, o Aromasin en un estudio anterior y mejor que el tamoxifen, el medicamento preventivo usado desde hace más tiempo.
Las mujeres que tomaron anastrozole sufrieron más dolores articulares y calores, pero éstos también eran frecuentes en el grupo placebo: más de la mitad en ambos grupos reportó estos problemas, que suelen deberse a la menopausia y el envejecimiento, dijo Cuzik.