Las españolas están perdiendo por goleada la batalla del tabaco. Por una parte, como advierte la doctora María Ángeles Planchuelo, presidenta de la Sociedad Española de Especialistas en Tabaquismo, «las niñas empiezan a fumar unos meses antes que los niños (la edad de inicio ronda los 13 años), y consumen más cigarrillos».
Por otro lado, las mujeres adultas infravaloran los riesgos cardiovasculares que se derivan de ese hábito, y aún son menos conscientes del daño que provocan los llamados «cigarrillos light». Peor aún, muchas se quedan “enganchadas” por miedo a engordar.
El tabaquismo femenino es uno de los grandes temas de preocupación en el VII Encuentro Nacional de Salud y Medicina de la Mujer, que congrega esta semana en Madrid a 2.000 profesionales sanitarios. En ese foro, Planchuelo ha dejado oír su voz de alerta en varias direcciones. Una, el temprano comienzo del hábito fumador, cuyos riesgos para la salud se elevan a partir de tres claves: esa edad de inicio, el número de cigarrillos y los años de consumo.
Otra, el empeño de la industria tabaquera en seleccionar sus principales objetivos, que ahora son tres: los países en desarrollo, los menores -tanto niños como adolescentes y, precisamente, las mujeres.
Infarto y cáncer de pulmón
Según la experta, esa estrategia se manifiesta de varias maneras, sea con «productos añadidos que “aceleran” la adicción» (si antes hacían falta 4 ó 5 años para convertirse en fumador habitual, ahora basta con uno), sea con mayores cantidades de nicotina (se multiplica por 30 ó 40 en los países en desarrollo), sea con «productos bajos en nicotina y alquitrán» supuestamente menos dañinos.
En este caso, recalca Planchuelo, las mujeres han caído en las redes del mensaje «light», hasta el punto de que «un porcentaje elevado de embarazadas cambia a una marca de ese tipo, y regresa a la suya anterior después del parto».
No hay conciencia
En este contexto, añade, las españolas «no tienen suficiente conciencia de su riesgo de infarto por el tabaco», que se va elevando aunque todavía no alcance los niveles masculinos. Lo que sí está comprobado, en países más avanzados como Dinamarca donde las mujeres llevan más años fumando, es que «las muertes femeninas por cáncer de pulmón superan ya a las de cáncer de mama».
Si no hay un cambio radical de hábitos, en España irá sucediendo lo mismo, y, de hecho, los tumores pulmonares ya ocupan un trágico primer lugar en tramos de edad femeninos en los que el consumo de cigarrillos comenzó hace ya un par de décadas.
Dejar el tabaco
Otro indicio sobre la derrota de las españolas en esta batalla proviene de la evaluación de la Ley Antitabaco, pues se registra una pequeña diferencia por sexos en el 30,3% de personas que han intentado dejar de fumar desde su entrada en vigor: el 31,4% son hombres y el 29%, mujeres. Aunque el dato no es concluyente (la mayor presencia masculina en el mercado laboral, donde la aplicación de la norma se ha notado mucho más, favorece los esfuerzos por abandonar el hábito), sí es una pista más.
Pero quizás sean más significativas, a juicio de Planchuelo, las «necesidades diferentes» que las impulsan a fumar, como el control de peso o la reducción de estados de ánimo negativos, que no es otra cosa que «el cigarrito para disfrutar» cuando los niños están ya en la cama y ella puede, por fin, poner un broche de humo a esa «doble jornada» de trabajo hogareño y fuera de casa.