La vida nos enfrenta en ocasiones al sufrimiento de personas a las que queremos, como cuando una amiga sufre la pérdida de un familiar. Es un proceso muy costoso al que en psicología denominamos "duelo", palabra que procede del latín ("dolus": dolor). Cuando estamos cerca de alguien en esa situación, ¿qué nos sucede? ¿Nos sentimos implicados en su dolor? ¿Qué podemos decirle? La frase "te acompaño en el sentimiento" expresa sabiamente lo que más le conviene a quien sufre un duelo: necesita que alguien le acompañe y ayude a desgastar los afectos que le invaden, para equilibrar su sistema emocional.Escuchar el dolor ajenoSólo si hemos podido elaborar los duelos propios (todos hemos tenido pérdidas) y hemos aceptado nuestras carencias (a todos nos falta algo) y debilidades, podemos acompañar al que atraviesa un duelo. Si hemos elaborado nuestras dificultades internas, no nos dará miedo escuchar el dolor ajeno, no trataremos de obturar con nuestras palabras lo que tiene que decir sobre lo que siente, no taparemos con nuestras desgracias lo que le ocurre. En esos momentos, su dolor es el protagonista y necesita ser expresado.Elena tiene un nudo en el estómago y una opresión en el pecho que sólo se alivia con el llanto. Su madre ha muerto tras vivir los últimos meses arrasada por el Alzheimer. Está en el tanatorio, rodeada de amigos y familiares. Una cuñada se empeña en llevarla a la cafetería, pero ella no quiere. Prefiere estar rodeada de quienes la acompañan y explicar una y otra vez los últimos días de su madre. Su cuñada le dice que es mejor que piense en otra cosa y consigue arrastrarla a la cafetería, donde empieza a contarle lo mal que lo pasó ella con su madre. Elena se siente mal y regresa. Una amiga se acerca y le pregunta cómo se siente, solidarizándose con su dolor. Elena se derrumba, comienza a llorar y, mientras le cuenta la angustia que siente, el nudo de su estómago se afloja. Su amiga la escucha mientras le aprieta la mano, le dice que necesitará tiempo para recuperarse y que cuente con ella.Las personas muy narcisistas, de las que se suele decir que quieren ser el muerto en el entierro, no saben acompañar a una persona en duelo, porque no pueden dejar nunca el protagonismo ni cuando el otro sufre. La mejor ayuda que podemos dar es escuchar su dolor: emociones como la tristeza, la soledad o la culpa por sentir que no se ha hecho lo suficiente buscan las palabras para expresarse y descargar el dolor. Al intentar tranquilizar a alguien diciéndole que lo ha hecho todo bien, sin dejar que exprese la culpa que siente, obturamos su dolor. Siempre hay algo de culpa ante la muerte de otro, aunque no seamos conscientes de ello. Es la respuesta a la rabia que tenemos ante el abandono. Nos sentimos desvalidos y solos, por ello es importante tener compañía en ese momento.FrágilesLas personas que ayudan son las que no niegan sus conflictos, soportan las carencias y tienen capacidad para aguantar las frustraciones. Nos acostumbramos a vivir como si no fuéramos mortales y sólo en estas ocasiones nos percatamos de nuestra fragilidad. Quienes mejor toleran su fragilidad son más fuertes en las ocasiones difíciles.