A los 40 años podemos seguir sintiéndonos jóvenes. Tenemos más sabiduría y también más tolerancia, tanto con nosotras como con los demás. Estamos cerca de la plenitud, pues nos conocemos más y mejor a nosotros mismos. Pero en esta época también se producen crisis. De las mujeres se dice que están en la "edad crítica". También el hombre la tiene, pero es menos ruidosa. Ahora bien, las crisis no son una enfermedad ni implican que no haya salida; se trata más bien de una revolución interna promovida por la dificultad de abandonar una etapa anterior, conocida y segura, y construir otra.Es ésta una época de balance existencial. Si este balance arroja unos buenos resultados, estaremos en mejor posición para disfrutar nuestra "madurescencia", que se produce a partir de la década de los 50. Este curioso término proviene de la unión de las palabras madurez y adolescencia, un periodo en el que nuestros cuerpos, al igual que sucede durante la adolescencia, sufren cambios.La adolescente siente dentro de sí una ebullición que tiene que ver con los cambios corporales. A esa edad se pregunta cómo ser mujer, qué se espera de ella y qué es lo que ella quiere. A los 45- 50, aparece una pregunta semejante: cómo enfrentar la menopausia, qué hacer ahora que la función de madre ya no ocupa tanto tiempo, ni tanto espacio.