La disposición psíquica por la que uno experimenta, al mismo tiempo, dos sentimientos opuestos hacia un mismo objeto o persona, o hacia una misma situación, se entiende por ambivalencia. Ésta tiene su origen en los primeros vínculos amorosos que establece el niño con sus padres. Tan pronto puede dirigir hacia ellos los sentimientos más tiernos, como los más hostiles. Ambos conviven y no es raro observar que a quien más se quiere, más se puede odiar.La letra de una canción popular peruana dice: "Odio quiero más que indiferencia, porque el odio hiere menos que el olvido, si tu me odias quedaré yo convencido de que me amaste mujer con insistencia, pero ten presente y de acuerdo a la experiencia que tan solo se odia lo querido".La ambivalencia extrema se describe como uno de los síntomas de la esquizofrenia, pero existe una normal, que forma parte de nuestra vida cotidiana y que se manifiesta en deseos, sentimientos, inclinaciones e ideas que se contradicen (amor y odio, deseo y temor, afirmación y negación).EL DILEMAProbablemente sea impensable alguien que no albergue sentimientos contradictorios. Por ejemplo, es fácil imaginar que una pareja, antes de casarse, experimente ciertas dudas ante el hecho del matrimonio. Y, aunque no decidan dejar al otro "plantado" en el altar, no implica que no se lleven algunos sentimientos encontrado. Cada situación elegida supone pérdidas y ganancias y, por tanto, está sujeta a ambivalencias.Cuando se espera un hijo, por deseado que sea, al mismo tiempo es habitual que se piense en el cambio de vida que supondrá el nacimiento. En el mismo sentido, se puede desear que los hijos crezcan y que algún día se vayan del hogar familiar, pero cuando ello ocurre, aun cuando se experimente alivio, es inevitable acusar la pérdida. Queremos algo y, al mismo tiempo, deseamos que no que se produzca. Anhelamos determinadas situaciones, pero cuando éstas se cumplen, nunca son en su totalidad satisfactorias y, por lo general, luego surgen sentimientos opuestos.Una pareja puede llegar, después de mucho meditar, a la conclusión de que la separación es la única salida posible que les queda en su relación. Sin embargo, tras la ruptura, es prácticamente imposible que no aparezcan sentimientos contrarios a la decisión tomada.Los afectos encontradosEn la adolescencia, durante algún tiempo, coexisten la búsqueda de la libertad y el temor a perder la dependencia hacia los padres. A veces, cuando la ambivalencia es significativa, el conflicto se resuelve por un desplazamiento: por ejemplo, la hija que descarga la hostilidad que siente hacia su madre en la figura de la suegra.El "sí, pero no" nos acompaña en muchos momentos de la vida. Quizá se trate de aceptar la complejidad de nuestros sentimientos sin negarlos. Por otra parte, que sean tomados en cuenta no implica que nuestras acciones se paralicen, pero conviene reconocer que la ambivalencia en los afectos forma parte de nuestra vida.