Si siempre esperas mucho de ti misma o de los demás, si tus expectativas son demasiado altas, tu actitud te puede conducir a la infelicidad.Exigente consigo, arrogante con los demásLa persona demasiado exigente puede serlo con otros o consigo misma. En el primer caso, pide más de lo conveniente, sin tener en cuenta las posibilidades de los demás, porque es incapaz de soportar una carencia y tiene la ilusión de que el otro la puede colmar.Cuando se exige demasiado a una misma, no se reconocen las limitaciones propias y, por lo general, se llega al estrés o a la insatisfacción. La mujer que se deja intimidar por un exigente, es porque en alguna medida se identifica con ese otro que le pide demasiado. No sabe decirle que no porque no sabe ser tolerante consigo misma.Un niño con un impulso irrefrenableLa exigencia desmedida, tanto para uno mismo como para los demás, proviene de restos de posiciones infantiles.Los niños son exigentes, porque su dependencia les hace suponer que siempre estamos allí para darles lo que piden. Conviene enseñarles que no es así para que vayan descubriendo sus posibilidades.CONCIENCIA MORALLas personas demasiado exigentes desconocen ámbitos importantes de su identidad y por tanto son poco respetuosas con los otros. Están dominados por un impulso insaciable. Nunca se sienten satisfechos y por eso siguen exigiendo.Según la teoría psicoanalítica, entre los tres y los seis años se organiza una conciencia moral y el niño, orientado por lo que oye y aceptando las reglas que sus padres le han impuesto, interioriza una serie de normas morales que le conducirán en la vida.Así, se establece un sistema interno de valores donde se organizan las ideas de cómo queremos ser, que reaparecerán en la adolescencia. Allí nace el proyecto de lo que deseamos alcanzar y tiene mucha importancia la mirada de los padres y las expectativas que estos ponen sobre sus hijos. Si son demasiado altas, pueden influir en que se piense que para ser querido hay que ser perfecto, idea que conduce a la infelicidad.<b> Las claves: entre lo sano y lo enfermizo </b>UNA EXIGENCIA SALUDABLE. . .. . .sobre uno mismo es aquella que empuja a alcanzar las ambiciones personales y con la que, al conseguirlas, se experimenta placer. Cabe destacar que estas personas suelen ser:- Flexibles. Si las aspiraciones que se han impuesto son demasiado altas, no tienen inconveniente en rebajar sus exigencias para acomodarlas a lo que las circunstancias les aconsejan.- Tolerantes. Aceptan los cambios y cuentan con sus limitaciones y debilidades. También asumen las diferencias con los demás y saben negociar sin imponer. No les afecta demasiado el fracaso.LA EXIGENCIA PATOLÓGICA. . .. . .por el contrario, apenas deja disfrutar de lo que se consigue, porque quien la padece tiende a fijarse más en lo no conseguido que en lo conquistado. Estas personas suelen ser:- Intolerantes. Los objetivos que se marcan son siempre muy elevados y además no aceptan el fracaso porque necesitan demasiado el reconocimiento de los demás.- Inseguras. Su necesidad de ser los mejores les hace mucho más vulnerables.- Rígidas. Les cuesta adaptarse a los cambios porque con ellos descubren limitaciones que no están dispuestos a aceptar. En la rutina se mueven mejor, porque los imprevistos generan más riesgo de fallos.- Primarias. No saben esperar y lo quieren todo pronto y ya, como los niños que aún no han aprendido que toda tarea bien hecha requiere un tiempo de ejecución.