No es extraño que una nicaragüense sea madre a los doce años y llegue a criar seis o siete hijos a lo largo de su vida. Tampoco que asuma sin un compañero estable la responsabilidad de toda la prole. En el país centroamericano, el 37% de las familias son monoparentales. Merche Brosa codirige Xochitl Acatl, una ONG local que intenta conseguir la independencia económica y social para mujeres sin recursos y con responsabilidades familiares, un fenómeno social frecuente."Uno de los problemas más graves de mi país es la irresponsabilidad paterna", lamenta Brosa. La miseria ha empujado a miles de hombres a emigrar a Estados Unidos, un camino, a menudo, sin retorno. "Ellas se quedan en casa temiendo que sus maridos emigrantes se vayan con otras y las abandonen. Sienten esa permanente espada de Damocles".Su entidad, con el apoyo de organizaciones de nuestro país, lleva a cabo procesos de capacitación en la producción y comercialización de productos agropecuarios, impulsa servicios de salud reproductiva y de legalización del patrimonio de mujeres. "Son el motor de desarrollo nacional. Y el precio que pagan es el agotamiento".A menudo, las jóvenes sin educación ni recursos se emplean en el trabajo doméstico en la vecina Costa Rica y dejan los pequeños al cuidado de la abuela. "Se duplica así la crianza". También demandan empleo en las maquilas, las fábricas extranjeras instaladas en zonas francas, pero, según Brosa, los traslados, el horario extenuante, los duros controles y los bajos salarios no las convierten en una opción demasiado atractiva. "Es una situación tan indigna que prefieren salir del país".Convencerlas de que comparten derechos con los hombres, que no pueden maltratarlas, que son sujetos activos de la sociedad y que otro futuro es posible, se convierte en un objetivo prioritario . "Buscamos que tomen sus propias decisiones, asesoradas, pero sin presiones".La labor educativa con las niñas pretende neutralizar la maternidad temprana. "Para muchas, su única expectativa es que llegue un hombre, casarse e irse. Queremos inculcar la necesidad de prepararse y aspirar a algo más, detectar sus potencialidades y animarlas a que piensen por sí mismas", indica Brosa.La alfabetización supone un logro complejo, que no depende tan sólo de las escuelas y de la formación del profesorado. "En los años ochenta se avanzó mucho, pero se ha retrocedido notablemente". Una década después la gratuidad se había perdido. "Si no pagabas, no recibías las notas". El hambre también redujo la asistencia a clase. "Los niños llegaban al aula tras recorrer kilómetros, en ayunas. Al final, desertaban".Las adultas se apoyan en sus hijas para liberar tiempo, aprender y cambiar el rumbo de su existencia, marcada por la extrema penuria e, incluso, por el alcoholismo de su compañero. "Tras el periodo sandinista, las promesas de cambio se incumplieron y la crisis agudizó la miseria. Muchos se refugiaron en la bebida".En ese esfuerzo resulta imprescindible la obtención de recursos y títulos de propiedad. "Y que puedan así sobrevivir al margen del individuo que las acompañe en cada momento. Eso aporta una seguridad emocional muy grande. Entonces saben que no dependen de su capricho, de las amenazas de sacarlas de la casa, a ellas y a todos sus hijos", concluye Merche Brosa.Para contactar con esta ONG, se puede recurrir a Mugarik Gabe, teléfono 94 4166796.