Desde tiempos remotos, el hombre ha ido ganando espacio al mar y a la tierra para asentarse en grutas que le cobijasen de las inclemencias climáticas. En la localidad de Baza, Granada, estas viviendas trogloditas que fueron quedando deshabitadas han sido rehabilitadas por algunos de sus propietarios como actuales pisos de veraneo turístico.En la Hoya de Baza ya no queda resquicio de lagos insondables o partidas de mamuts, salvo en el cercano museo de Orce, pero el paisaje sigue esculpido por pequeñas aldeas que cobran vida nueva ahora, desde que se diseminasen a orillas del fértil lago azul. En esta Andalucía agreste, el tránsito de viajeros ha sido incesante, comunicando épocas antidiluvianas de moriscos, primeros europeos, mineros o humildes campesinos en los últimos tiempos.Ahora las mismas moradas que conservan intacto el diseño arcaico, han evolucionado en comodidades. Se trata de cuevas únicas, que crean ambientes impensables hasta el momento, sin paredes que diferencien zonas, las estancias sustituyen las puertas por cortinas separadoras. El aire de estos "apartamentos" es idílico para los visitantes que gozan por las noches del silencio y la oscuridad más absoluta. Los turistas aseguran que no se oye nada, salvo el sonido del aire filtrándose por debajo de la entrada.Cada cueva está equipada con chimenea, televisión por satélite y cocina con vitrocerámica. Además dentro del complejo existe una teteria y una restaurante de cocina árabe mediterránea, pero sin duda el mayor encanto de las grutas es el Haman. El baño turco excavado en arcilla permite disfrutar sensorialmente de diferentes temperaturas de agua en privacidad total y con una sesión posterior de masajes. Esta experiencia supone un remanso de paz absoluta en el peculiar embrujo de Andalucía.